• sábado 25 de diciembre de 2010 - 12:00 AM

Tiempos de austeridad

El ser humano en el decurso de su existencia, aun en el más lego, en los momentos de reposo, hará un poco de filosofía, esto es, cuando ...

El ser humano en el decurso de su existencia, aun en el más lego, en los momentos de reposo, hará un poco de filosofía, esto es, cuando no se da al desenfreno y ser como ser no se deja dominar por instintos primarios. Son los momentos para el inventario, para el balance de su propio acontecer y de meditar en su propio destino en que poniéndose de acuerdo consigo mismo, navega en el mejor razonamiento.

Un espacio para el buen actuar, deberían ser estos momentos de cierre del calendario en que los ahorros, que mediante algún esfuerzo hemos logrado en alguna institución bancaria, no deben ser agotados en el desenfreno de excesivos adornos navideños que contradicen el recato del nacimiento de Jesús de Nazareno, ni poner sobre manteles comilonas opíparos, ni de excesivas copas, entremezcladas unas con otras, ni de la insalubre música estridente.

Claro que cabe la diversión con moderación, acompañado de familiares y amistades. Ellos deben ser así dentro de los sentimientos humanos por tantas desgracias que han sufridos nuestros congéneres durante semanas en que la naturaleza ha respondido despiadadamente ante tantas agresiones del hombre mismo contra ella, que como remanente, aquí en nuestro país, y en muchos otros, todo ha sido un desastre y aún perduran amenazas de malos tiempos, derivándose numerosos daños materiales, principalmente pérdidas humanas, de viviendas y de otros bienes, principalmente en gente de barriadas humildes que orillan a ríos o que colindan con cerros.

Vivimos tiempos en que la brecha entre ricos y pobres se hace más ancha, bajo aquellos regímenes que en su mayoría son impopulares y uno ellos es el que sufrimos todos los panameños, en que la elevada burocracia se viste de otro, por así decirlo, mientras el pueblo se viste de harapos.

Vivimos tiempos en que los renglones del presupuesto nacional dan pie para que algunas partidas se manejen al antojo de los gobernantes, por no decir de los políticos que como siempre desde la oposición hicieron promesas que estaban muy lejos de cumplir.

Un ejemplo de lo que decimos son los llamados diputados que legislan a su conveniencia, y en acatamiento al Ejecutivo, aprobándose para sí numerosos privilegios, así como excesivos viáticos para aquellos funcionarios que de manera antojadiza participan en las llamadas misiones oficiales al exterior.

Para decirlo como lo digo al principio de esta crónica, el pueblo en su filosofía debe hacerse el propósito de tener un poco de vergüenza contra el licor y dinero que ofrecen los politicastros, en cada campaña, y debe prepararse en ese sentido para un NUEVO AÑO. El autor es abogado y periodista

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