Hay una canción hermosa de Rubén Blades que se llama Tiempos. Recrea de una forma ejemplar las distintas facetas que tienen las etapas de la vida, diversas, como la vida misma.
Hay un tiempo para vivir y otro para morir, un tiempo para comenzar y otro para terminar. Así se tararea esta linda canción, que describe el movimiento de nuestra existencia. Nada queda igual, solo nos llevamos el aprendizaje que hayamos recogido, siendo dichosas las personas que conozcan los tiempos a los cuáles están asistiendo. Los seres humanos siempre hemos querido vivir con la ilusión de controlar el tiempo.
De jovencita, yo tenía un ritual con una amiga muy querida: consultábamos lo que a mi entender era una especie de oráculo chino, que se llama I ching, que significa Libro de las mutaciones (o Libro de los cambios). Es de origen taoísta y presenta unos hexagramas, creados a través de dibujos de líneas, que guardan relación con 10 variables de tiempos y sirve para la adivinación. En la actualidad, mi amiga es una devota cristiana y me dice que jamás repetirá ese divertido ritual entre nosotras.
No podré usarlo, pues, en este tiempo, que es de profunda reflexión e introspección, porque debo decidir algo importante, al igual que la colectividad: debemos elegir a las personas encargadas de realizar las acciones y políticas públicas en mi país durante los próximos años.
Decidir requiere de una profunda reflexión y debe ir precedido de una profunda reflexión y honestidad personal que me indique qué es lo mejor en beneficio del país y luego, si mi criterio no coincide con el de la mayoría, aceptarlo. Hay un tiempo para pensar y otro para decidir.