- lunes 30 de enero de 2023 - 12:00 AM
Terapia colectiva
En Panamá urge una terapia colectiva ante el excesivo conformismo imperante, de lo contrario, la corrupción y la impunidad seguirán siendo dueñas de lo cotidiano. Y, con ellas, todas las secuelas que envenenan la convivencia humana.
Basta percatarnos como cada día más, la palabra y la razón, han sido abandonadas como emblemas de lo humano, y reemplazadas por el odio, el rencor, las falacias y, ahora, ceguera política que trae el fraude electoral.
La odiosa sobrevaloración de los egos personales, la sumisión inaceptable al poder político y la idolatría al mercado, han conducido a que, hoy en Panamá, defender valores es repudiado y, peor aún al estar ya en apogeo electorero-clientelista
Hace un tiempo atrás, señalaba que: "Autoridades y aspirantes a serlos, ven con desprecio a quienes criticamos y, más aún, a los que llamamos a reflexionar sobre lo que nos pasa como panameños y a la mortal y creciente epidemia de conformismo imperante ante la injusticia, la lucha por la verdad y la defensa de lo humanitario".
Cada día solos menos una sociedad para ser un lugar donde vive gente y, donde defender valores humanos universales, por encima de la política del momento, es mal visto, no sólo por los que están en el poder, si no también por la grandísima mayoría de los que suspiran por estar.
Tres décadas pos-invasión y seguimos sin pensar en planificar el país. El primer gran paso que debió darse, era, y sigue siendo, la necesaria regeneración constitucional de la mano del constitucionalismo y un real y verdadero proceso constituyente.
Pero todos estos seis lustros, sólo han pensado en cohabitar, sin valores democráticos, en un sistema donde se institucionalizaron las prácticas clientelistas, electoreras y paternalistas que, lejos de ayudar a las personas a salir adelante, más bien han sumergido a nuestra sociedad en una dependencia absoluta, combinado con el tradicional ‘juega vivo' que parece ser una marca país.
Seguimos con un sistema de "justicia" que lejos de fortalecerse continúa por un abismo del cual pocos se aventuran a rescatarlo, enfrentándose a monstruos internos y externos. La justicia -como sistema- no se cambia de un día para otro y, los intentos, si no son firmes, no van a dar resultados positivos. Un ejemplo claro es la falta de recursos al sistema, la ausencia absoluta de independencia y de transparencia y la pérdida de confianza por parte del ciudadano en ella.
La enfermiza mezquindad de los partidos políticos y su Tribunal Electoral, en permitir la participación ciudadana y de las organizaciones de la sociedad civil, es responsable, también, de la epidemia de conformismo y de la ausencia de objetivos como país frente a grandes problemas y obras. Abramos nuestras mentes y todas las puertas a los necesarios cambios que se requieren con urgencia notoria.
CATEDRÁTICO EN UP