Esta semana vimos cómo la imagen de un Poder del Estado enfrenta una caída libre al vacío, ocasionando el rechazo general expresado por los hijos de esta Patria contra quienes juraron respetar la Constitución.
Asimilemos lo contenido en el Acuerdo 407 de 18 de julio de 2024, publicado en la Gaceta Oficial 30,340-C del viernes 8 de agosto de 2025, y su Fe de Errata publicada en la Gaceta Oficial 30,341-A, que cito textualmente: “donde dice 18 de julio de 2025, debe decir 18 de julio de 2024”.
Evidentemente, trataron de atribuirlo a un error de transcripción y, aun así, lo hicieron mal, porque el Acuerdo cuestionado del Pleno dice 18 de julio de 2024. Comprendemos que la Fe de Errata debía contener la siguiente corrección: “donde dice 18 de julio de 2024, debe decir 18 de julio de 2025”.
Para agregar la cereza a este pastel de arsénico, no se percataron de que la Gaceta Oficial del viernes 8 de agosto escaneó el Acuerdo 407, y en él se observa una leyenda que dice textualmente: “lo anterior es fiel copia de su original, Panamá 18 de julio de 2024, secretario general de la Corte Suprema de Justicia”, seguida de una rúbrica ilegible.
En pocas palabras, la Fe de Erratas no puede corregir el sello de “fiel copia de su original”, ya que fue firmado por la persona que ocupaba el cargo de secretario general en ese momento, confirmando la fecha del documento: 18 de julio de 2024.
Recordemos que nuestro país ha venido enfrentando problemas con la Ley 462 de 2025, que modifica, adiciona y deroga artículos de la Ley Orgánica de la CSS. Contra esta norma se presentaron dos acciones de inconstitucionalidad en la Corte Suprema de Justicia, tratando de revertirla por medio de un dictamen judicial, pero eso fue negado por el Pleno de esta Corporación de Justicia.
Ese mismo Pleno que niega las demandas de inconstitucionalidad es el que aspira a retirarse con el último salario de por vida, que sería pagado por la CSS y por el presupuesto de este órgano del Estado.
Escuchar palabras como perpetuidad en el cargo y salarios exorbitantes, defendidos por algunos que sostienen que la imparcialidad y la independencia se fortalecen con una compensación económica, constituye lo más descabellado que he escuchado.
Un cargo público no viene acompañado de un carro de alta gama, ni de avión privado, ni de grandes eventos y cocteles. Estos puestos son responsabilidades, y el único aplauso que recibirás será el de Dios, la Patria y tu conciencia.
La imparcialidad y la independencia son valores inquebrantables que forman parte del individuo. No queremos ciudadanos que se sirvan de la Patria, sino que le sirvan a ella.