- martes 17 de septiembre de 2024 - 12:00 AM
Nos resulta normal, que los gobernantes eludan sus responsabilidades por lo que consideran “problemas heredados”. Así le “sacan el cuerpo” a los temas sensitivos, mientras que el ciudadanos tienen que hacerle frente a aquellos desaciertos. Nos complace que el Presidente Mulino haya subido al escenario el delicado problema del Seguro Social, mismo que por algunas opiniones vertidas por sus protagonistas, no será sencillo concertar su solución.
Teniendo hoy a la crisis económica como telón de fondo, para el gobierno la solución del problema se le torna muy complejo, pues actuará como réferi y mediador en un enfrentamiento de empresarios y trabajadores, en el que ninguno parece dispuesto a “dar su brazo a torcer”. Y por supuesto que la ciudadanía tomará parte activa, pues frente a la seguridad social hay posturas ideológicas radicalizadas que proponen su privatización, que sería perjudicial para los trabajadores, y otras que plantean que las cargas deben recaer absolutamente sobre el empresariado.
Si los problemas que atraviesa la CSS son de orden financiero, el sentido común nos indica que el primer paso le corresponde a los “técnico del gobierno”, para establecer si esto es el resultado de una sensible disminución de cotizantes; o del atrasos de los pagos por parte de los empresarios, o por inversiones desatinadas “de buena fe”; o por manejos indebidos de sus autoridades.
No hay duda que a la hora de los ajustes, algunos reaccionarán contra tal “persecución”, mientras que la ciudadanía saltaría jubilosa al saber que el que “metió la mano”, y le tiene en riesgo de no cobrar sus pensiones, no recibir medicinas ni atención médica, le “caerá el guante” con todo.
Estamos en contra de quienes piensan que “los platos rotos” los debe pagar el debilitado bolsillo del trabajador, pues nada se solucionaría llevando al jubilado a mendigar en las calles. Por el contrario, se estaría agravando la seguridad ya amenazada por la delincuencia juvenil y el crimen organizado.
Si las cargas no se reparten de manera equitativamente, y por capricho se desconozca que estamos agudizando la zozobra y la desesperanza en las nuevas generaciones, la democracia se habrá autopropinado “un tiro en el pie”.