- martes 25 de abril de 2023 - 7:48 AM
¿A quién perjudica el clientelismo?
A esa pregunta respondemos: a los sectores populares por requerir mayor atención estatal, solo que ellos lo desconocen. En la vida cotidiana estamos acostumbrados al constante aumento de los productos de primera necesidad.
Sin embargo, nadie dirige su malestar hacia el empresario que se beneficia del alza, sino que ponemos a los gobernantes en el paredón, pues “p´a eso lo elegimos”. Nada ocurre a pesar de los lamentos ciudadanos, pues los gobernantes funcionan como muro de contención entre el pueblo y los poderosos.
La democracia funcionaría, si esas escogencias fueran “bien pensadas”, pues en esas condiciones, los mandatarios no podrían desoír con facilidad el clamor popular, por el temor a los estallidos sociales. Cada vez que elegimos funcionarios comprando el voto, pensando que dizque estamos jugando vivo”, resulta ser que sin saberlo, de manera anticipada estamos desacreditando las futuras protestas populares.
No hay vergüenza en quien justifica a quien “robó pero hizo”, pues lava sus culpas creyendo que de eso “algo le podría tocar”. La pérdida del espíritu social provoca el reinado de la ley del menor esfuerzo. Esto lo propician y aprovechan los politiqueros, sin importarles que con la pérdida de la credibilidad ciudadana deteriora las instituciones democráticas.
Algo de culpa recae en la educación, pues no se enseña a los estudiantes a que se perciban como parte de comunidad, ni como seres humanos dignos. Al olvidar quiénes son, le resulta difícil pensar que deben luchar por sus intereses vitales, ni que llevarán una vida manipulada por intereses y apetencias ajenas.
No creo posible alcanzar una repartición justa de la riqueza, mientras que en la sociedad los pobres no les interese distinguir “las mentiras de las verdades”.
Por eso, no ven que los ricos consiguen de los gobernante lo que quieren, porque saben que deben cerrar fila para impedir que los pobres que se organicen para exigir que se haga efectiva la “justicia social” prometida por los gobernantes en campaña. La democracia está concebida para conciliar intereses antagónicos de “ricos y pobres”, y funciona la perfección aun cuando las minorías tengan ventajas sobre las mayorías, todo esto gracias a la fuerza irresistible de la corrupción.
Abogado jubilado