- miércoles 20 de julio de 2011 - 12:00 AM
El pueblo es manso,pero no menso
¿Cómo es posible que en nuestro país haya un lamentable desnivel económico y social, mientras los que deben velar por el bienestar de la colectividad parece que no se dan cuenta de que la mayoría de los panameños se debate en la más desesperante miseria? Las estadísticas nos muestran un alto nivel de desnutrición porque los alimentos tienen precios prohibitivos, solo al alcance de los favorecidos por una especie de ‘toque mágico’ del rey Midas. Esa es la realidad incuestionable que se trata de ocultar. La clase política no puede pregonar que este pueblo nada en la riqueza.
Parece que nunca han caminado por las barriadas marginales de Curundú, San Miguelito y los diversos barrios populares de la capital y de Colón. El panameño ya no come cuentos y sabe que vendrán mejores días cuando los ciudadanos comprendan que solo ellos podrán acabar con la injusticia.
La desnutrición está acabando con muchos panameños porque los hace más propensos adquirir enfermedades, especialmente los niños. Hay que recorrer los hospitales y se observará el incremento del número de enfermos, a tal punto que tienen que construir nuevos sanatorios.
Y como si fuera poco, el aumento de la gasolina, que ha encarecido toda una gama de alimentos imprescindibles para tener una población sana, ahora nos privan de un alimento tradicional como es el pan. Actualmente, alguien tuvo la ‘brillante’ idea de venderlo por libras. La explicación está en el deseo de aumentar el precio de este alimento, pero buscaron una forma disimulada, ensalzando las bondades del nuevo sistema.
La explicación a toda esta espiral de aumento está en los empresarios inescrupulosos, que son indolentes y piensan que con una caridad a base de mendrugos van a calmar este volcán que está a punto de hacer erupción.
Todavía estamos a tiempo de conducir con más destreza y habilidad la nave del Estado, antes de que zozobre irremediablemente. Vivimos una época que los grandes capitalistas denominan ‘globalización’, como una política de ‘libre mercado’, que lo que ha hecho es encarecer la canasta familiar hasta llegar a formar pueblos habitados por seres famélicos. Triste destino del pueblo panameño y de otros pueblos donde la globalización ha hincado sus fauces. Exhorto a que no jueguen con el pueblo. Hay un adagio que dice: ‘El pueblo es manso, pero no menso’.
EL AUTOR ES PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO