¡Peor la mecha que el candil!

Desde su designación, el director de la Caja no ha dejado de estar en el candelero. Unas veces, por sus alarmantes y casi aterradores pronósticos sobre un inminente colapso del Fondo de Pensiones, que nunca supo ni pudo sustentar con cifras, y que demostraron ser producto de la improvisación o deliberadamente pensados para distraer la atención sobre los gravísimos problemas de funcionamiento de la institución, especialmente la falta de medicamentos o las precarias condiciones de sus hospitales y clínicas.

En otras ocasiones, ha estado en la picota por no poder explicar, de manera transparente, una serie de contrataciones cuyos beneficios para la Caja del Seguro Social son más que dudosos. Y más recientemente, por su absurda defensa del cuestionable foro sobre seguridad social y su desorbitado costo.

Haber destinado más de dos millones de balboas para celebrar una reunión que, aparte de ser un parapeto para alimentar vanidades personales, no puede justificarse al confrontarlos con la dramática falta de insumos esenciales es, como mínimo, una total irresponsabilidad.

Y si hasta allí todo el affaire era base para el escándalo, más lo es el desenlace: la cancelación del contrato, con la explicación peregrina de que no se le había notificado a la empresa beneficiaria, para luego volver a adjudicárselo por un precio inferior en 600,000 balboas.

Si la adjudicación original daba margen para la sospecha y algo más, la segunda decisión solo sirve para aumentarlas. La disminución en el precio, de más del 25% del valor original, debiera volver a encender las alarmas en la Contraloría General y, también, debiera servir para que, de una vez por todas, se evalúe la conveniencia de la continuidad en el cargo del flamante director.

Los retos que enfrenta una institución de tan vital importancia para sus dos millones de cotizantes y beneficiarios, demandan un liderazgo serio y responsable que, es evidente, no lo aporta su actual director.

Abogado