- martes 12 de junio de 2018 - 12:00 AM
En los partidos políticos… no está el problema
Vivimos tiempos de cambios profundos, que afectarán la vida de preocupados e indiferentes. Como provocarán tal impacto, la sensatez recomienda activar todas las estructuras de concertación disponibles, para construir acuerdos entre ‘todos', que nos permita minimizarlos. Pero como nos entretenemos en buscar causas y causantes', de seguro que las calamidades se agravarán.
Esto es serio. La disconformidad ciudadana aumenta al encontrarnos a diario, al enfrentarse a múltiples obstáculos, en la búsqueda de la satisfacción de sus necesidades. Por desgracia, todo esto ocurre en momentos en los que la conciencia ciudadana languidece, a consecuencia de la corrupción y la desconfianza, imperante dentro de nuestras instituciones democráticas.
Los partidos políticos son instrumentos indispensables para la democracia participativa, formados por ciudadanos corrientes, con ideas políticas y aspiraciones comunes. Las bases de apoyo social de los partidos, exhiben muestras sinceras de disciplina y lealtad, y también excepcionalmente, reprobables acciones personales, inspiradas en fines mezquinos. Ningún partido político recibiría el reconocimiento legal ni el aval ciudadano, si hicieran del ‘abordaje doloso a los fondos públicos', el centro de sus bases programáticas.
Los cotidianos escándalos políticos, en los que aparece un sinnúmero de altas figuras, no es síntoma del deterioro de la política ni de los partidos políticos. Es la resulta lógica del distanciamiento de la membresía a la vida partidista activa, provocada por el clientelismo y el individualismo reinante en estos tiempos.
Con todo y el efecto de la campaña mediática descalificación contra las organizaciones partidistas, el mesianismo electoral, que impulsa a la mayoría de las figuras independientes a sentirse la solución de todos los problemas, no podrá reemplazar el papel protagónico de los partidos.
Hacia juntas directivas de empresas, centros educativos, y hasta grupos religiosos, se producen cuestionamientos públicos a sus dignatarios, pero nadie ‘ni en relajo', propone su destrucción ni su desprestigio.
No hay nada más pernicioso para la salud de la democracia, que el desbalance institucional que nos está creando, la falta de liderazgo real entre los grupos económicos, al extremo que su dispersión los llevan a ver las elecciones de 2019, las posibilidades de lograr su urgido reagrupamiento. Abogado