• sábado 20 de diciembre de 2025 - 12:00 AM

Panamá y el Mercosur: espejismos y realidades

Como uno de los resultados de sus primeras andanzas internacionales, el nuevo gobierno anunció con bombos y platillos, y con promesas de ventajas casi sin límites, la futura membresía de Panamá en el Mercosur. Supuestamente, entre esas ventajas estaría la capacidad de exportar, a ese mercado de casi 300 millones de personas; pero esa posibilidad impone como contrapartida la obligación de recibir los productos que desde ese ámbito nos exporten.

Actualmente, los miembros plenos del Mercosur son los países que lo fundaron hace ahora, 24 años, mediante el acuerdo suscrito en Asunción: Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. En su historial, se registran tanto avances como retrocesos. Bolivia y Chile, a pesar de haber iniciado los trámites de su plena membresía hace varios años, todavía no han podido alcanzar esa condición. Venezuela, fue suspendida desde hace una década. Y más recientemente, el proyectado acuerdo trasatlántico, que se comenzó a negociar hace varios años, supuesto a crear un área de libre comercio con la Unión Europea, para lo que se había fijado como plazo este mes de diciembre, se ha estancado y ha sido pospuesto para el otro año, debido al rechazo de amplios sectores agrarios que, con protestas que han sacudido a varias capitales europeas, han obligado a sus gobiernos a estancar las negociaciones.

Los tratados de libre comercio están supuestos a garantizar condiciones competitivas equitativas entre sus partes. En el caso panameño, lo que aún sigue por aclarar es que podemos nosotros exportar a los países del Mercosur y que estaríamos obligados a recibir a cambio. Varios de esos países son auténticas potencias exportadoras de productos agrícolas y pecuarios, con muchos años de experiencia acumulada y ventajas comparativas, que se traducen en precios más competitivos que los que nosotros podemos ofrecer.

Conviene, por tanto, que el gobierno no solo se quede en declaraciones para tratar de apaciguar las justificadas preocupaciones de nuestros productores; lo que se impone es que, con urgencia, se especifique, con toda claridad, qué podremos exportar y que exportaciones estaríamos obligados a recibir, con cantidades y cifras. Los números en estos casos son los que deben dar tranquilidad; la retórica es intranscendente.