La voluntad inquebrantable de los pueblos está regida por la determinación de sus líderes. Panamá desde su gobierno liderado por el presidente José Raúl Mulino, dejó claro, incluso, desde antes de asumir su mandato el pasado 1 de julio, su posición con relación a la crisis política, social y económica de Venezuela; producto del régimen liderado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, quienes se niegan a reconocer los resultados electorales que expresaron el rechazo en las urnas a una dictadura que se niega a acatar la voluntad popular.
En más de una ocasión el presidente Mulino ha expresado en distintos foros que la frontera de Estados Unidos no está en Texas, sino en Darién, en clara referencia a la grave situación que atraviesan cientos de miles de migrantes que cruzan la selva del tapón del Darién; la mayoría venezolanos, escapando del régimen dictatorial y de la grave crisis humanitaria que enfrenta Venezuela, que ha producido el éxodo de más de 8 millones de personas.
Hay mucha gente que habla, pero que es indiferente a la tragedia humana ajena. El presidente panameño no solo mostró una posición valiente y digna, sino que manifestó su rechazo desde el inicio, confrontando tanto a Maduro como a Diosdado, al hacer un llamado a un foro internacional para abordar la crisis venezolana, lo que le valió ataques personales por parte del régimen que se niega a respetar la voluntad popular.
En un acto de voluntad y desprendimiento, Mulino se despojó de todo el mérito que le cabía en una iniciativa que asumió con determinación y valentía, aprovechando la hospitalidad del presidente dominicano Luis Abinader durante su acto de toma su posesión, en la que acudió un grupo importante de líderes y mandatarios de la región, donde se generó un contundente pronunciamiento sobre la crisis venezolana.
En la vida hay momentos donde la causa es más importante que el mérito, no obstante, la historia se encargará de poner cada cosa en su lugar.
