- viernes 25 de agosto de 2023 - 12:00 AM
Ego, orgullo y soberbia
El ego a menudo tiene que ver con la autoestima. De acuerdo a Sigmund Freud la personalidad humana está compuesta, tanto por elementos consientes como por los impulsos inconscientes. En política, la susceptibilidad debería estar vetada, no solo por sus contradicciones, sino por la naturaleza de las acciones que conlleva la administración del poder sobre el resto de las personas que conviven en una determina jurisdicción.
Nunca antes el escrutinio público tuvo tanta penetración en la intimidad de las personas, así como de grupos de interés social, político y económico. Las redes sociales vinieron a cambiar la dinámica y a equilibrar el control del acceso a la información, que antes solía ser administrada por los medios de comunicación tradicionales y sus dueños. Sin embargo, la exposición mediática trae consigo una serie de emociones que convergen en el mismo tipo de sensaciones que estimulan el ego humano o la vergüenza, en caso contrario.
Sometido al escrutinio público que producen las redes sociales, el ego se constituye en una especie de canal de información pública sobre la identidad personal. A menudo el ego se confunde con el orgullo; el primero se refiere a la imagen que tenemos de nosotros mismos, mientras que el segundo es un sentimiento de satisfacción personal. Ambos términos se encuentran emparentados y son el preámbulo de la soberbia, el peor de todos los pecados capitales con los que convive el ser humano.
Al ser el ego, la percepción de cómo nos ven los demás; y el orgullo, la forma en cómo nos sentimos acerca de nosotros mismos, resulta de suma importancia en la vida de cada persona, comprender la diferencia entre el ego y el orgullo, para poder autoevaluarse dentro del contexto propio, y poder medir que tan fuerte o no, está la soberbia en uno mismo.
La soberbia es considerada por la teología católica como uno de los siete pecados capitales, el peor de todos, y la principal fuente de las que derivan los demás pecados capitales.
Periodista