- martes 20 de agosto de 2024 - 4:00 PM
Nos están matando: Reflexiones sobre el feminicidio y la violencia
La violencia de género se ha convertido en uno de los problemas sociales más acuciantes de nuestro tiempo. El feminicidio de tres mujeres en un lapso tan breve —Rosa Rodríguez, Eneritz Argintxona y Emibel Pinilla— es un recordatorio escalofriante de que el machismo y la brutalidad han permeado tanto en nuestra sociedad que se han normalizado los crímenes atroces contra mujeres.
Estos asesinatos no son solo estadísticas; son vidas truncadas, sueños apagados y familias destrozadas. Las circunstancias de su muerte son inaceptables y nos exigen una profunda reflexión.
Rosa, una joven habitante de calle, fue víctima de un ataque que la dejó envuelta en gasolina y ardió en llamas. Este acto inhumano revela no solo la crueldad del crimen, sino también el desprecio por las vidas de quienes están en situaciones vulnerables. La falta de empatía hacia las mujeres en la marginalidad social habla de una cultura que, en lugar de proteger, deshumaniza.
Sin embargo, Rosa no fue la única; Eneritz, una turista española que exploraba la belleza de Panamá, encontró un destino fatal, y Emibel, una madre trabajadora que luchaba incansablemente por su hijo, fue despojada de la vida que tanto valoraba. Estas muertes son un eco de gritos silenciosos, un llamado a la acción que no podemos ignorar.
La estadística de 12 feminicidios registrados hasta agosto de 2024 es el reflejo aterrador de una sociedad que parece haber perdido el rumbo. ¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde han quedado los valores que deberían resguardar la dignidad humana? La respuesta es compleja, pero lo innegable es que vivimos en un contexto donde la violencia no conoce de genero.
“¡Basta ya!”, es el clamor que debemos elevar con urgencia. No podemos permanecer en silencio mientras la violencia contra las mujeres sigue en aumento. Las mujeres no son meros objetos sobre los que se puede ejercer un poder en la forma más brutal; son individuos con derechos, aspiraciones y futuros que merecen ser protegidos.
Cada feminicidio debe generar indignación, no solo entre las mujeres, sino entre toda la ciudadanía. La responsabilidad recae sobre todos nosotros. La lucha por la justicia no debe ser solo una misión de las mujeres; debe ser una causa común, un esfuerzo colectivo que empodere a todos para exigir un cambio.
Las preguntas inquietantes que surge ante semejante violencia —“¿Vale la pena matar por robo?” o “¿por qué se ha llegado a tales extremos?”— nos invitan a explorar la raíz de esta descomposición social. Estamos ante una crisis de valores y una falta de respeto por la vida que nos urgen a replantear nuestro papel como sociedad. ¿Cuánto más debemos tolerar esta barbarie? La justicia no puede ser un lujo; debe ser un derecho inalienable para todos.
La lucha contra el feminicidio es, en última instancia, una lucha por la vida y la dignidad. La memoria de Rosa, Eneritz y Emibel debe permanecer viva en nuestro esfuerzo colectivo por erradicar la violencia de género. La construcción de una sociedad más igualitaria y libre de violencia comienza con cada uno de nosotros. Es hora de actuar. Nos están matando, pero nosotros no nos quedaremos de brazos cruzados. Es momento de alzar la voz y exigir justicia.
Abogada