• jueves 19 de noviembre de 2020 - 12:00 AM

No fue un sueño

Me pellizqué varias veces, tantas que brotó sangre de mis brazos. Golpeé mi cabeza contra un árbol hasta hacérmela sangrar

Hace poco tiempo, mientras viajaba hacia o desde el interior, visité otra parte del mundo. Un lugar tan bello y hermoso como Panamá. Con tanta alegría en su gente que creí estar en el cielo. Un mundo multicolor, con deleite alimenticio, donde se desconocía la enfermedad, dificultad, temor, ni la palabra política, menos corrupción.

Me pellizqué varias veces, tantas que brotó sangre de mis brazos. Golpeé mi cabeza contra un árbol hasta hacérmela sangrar. No. No es posible, pero no estaba dormido, no era un sueño. Pude ver un pueblo noble con esa inevitable y sorprendente felicidad.

Pasada la noche continué el camino sin dilación, sorprendido ante tanta benevolencia de Dios Padre con aquella población que con esfuerzo y sangre logró el bienestar general, recibiendo todos recibían el beneficio que la madre naturaleza otorgaba y que la vida económica reconocía.

Torrencial aguacero. Brisas huracanadas movían mi andar para uno y otro lado. El sendero era inhóspito, por lo que tuve que guarecerme en el primer rancho visto y hospitalario con una rosa a su entrada. Después de aquella taza de café negro con sabor a hogar, recordé a mi vieja madre, dando gracias a Dios, oré por ella.

Continúe el camino de esa peregrinar andanza, hasta alcanzar la altura de otro poblado. Población de gente muy pobre con niños descalzos, pantalones y camisas rotas por el tiempo o la desesperanza, que también recorría ese camino carretero de lodo lleno. Niños resguardados con hojas de tallo o bijao, bajo la fuerte y pertinaz lluvia.

Recordé mi niñez y cuando pequeño jugaba con pedazos de madera, como si fueran vehículos o barcos, en los fangales y caminos de tierra. Me contó un abuelo que su población estaba sumida en la pobreza, producto de políticos perversos y sus ansias de poder, por almacenar dinero. Que la población es tan pobre que el pensamiento de superación sólo existe para políticos y profesionales corruptos, salvo que surja otro visionario humanista. Dios te salve, Panamá.

ECONOMISTA, EDUCADOR, HUMANISTA

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