Movimientos sociales y elecciones

  • domingo 12 de octubre de 2025 - 12:00 AM

En la vida cotidiana, social y política, los movimientos sociales y los procesos electorales juegan un papel más profundo de lo que muchas veces creemos. No surgen de emociones del momento; detrás hay motivaciones y condiciones de racionalidad que se combinan con sentimientos de esperanza, indignación o deseos de cambio. Es decir, la gente se moviliza no solo porque está molesta o inspirada, sino porque percibe que hay una oportunidad real de transformar algo.

Autores como Charles Tilly, Sidney Tarrow y Doug McAdam explican que la protesta y la acción colectiva nacen cuando las condiciones políticas y sociales lo permiten. A eso lo llaman la Estructura de Oportunidad Política, que es un conjunto de factores que abre o cierra las puertas para que una movilización tenga éxito. En ese escenario entran en juego los recursos, las alianzas, los riesgos y las oportunidades que cada grupo sabe aprovechar o que el sistema o estructuras de poder intentan limitar.

Esa arena social, como la llaman los teóricos, es el espacio donde interactúan los partidos políticos, los parlamentos, las organizaciones sociales, las iglesias y, por supuesto, la ciudadanía; es allí donde se mide la fuerza de las ideas, se construyen alianzas y se expresan los conflictos que marcan el pulso de una sociedad. La protesta, debemos reconocer, no es un acto aislado, sino parte de un proceso que puede derivar en participación política o incluso en la participación electoral que se reflejara en resultados de las elecciones.

Por eso, entender los movimientos sociales, ayuda también a comprender las dinámicas de los procesos electorales, en muchos momentos de la historia de la humanidad, lo que empieza como una marcha o una demanda colectiva termina influyendo en las urnas, porque los ciudadanos transforman su inconformidad en acción política. Así, de la calle al voto, se construye una parte esencial de la democracia.

En un mundo convulsionado y lleno de incertidumbre, reconocer la fuerza de la acción colectiva es también reconocer que las transformaciones no solo se hacen desde arriba, sino desde la gente, porque protestar, participar y votar, reflejan formas de decir: “queremos un país mejor”.

La protesta, debemos reconocer, no es un acto aislado, sino parte de un proceso que puede derivar en participación política o incluso en la participación electoral que se reflejara en resultados de las elecciones.