• martes 26 de abril de 2016 - 12:00 AM

En el día de la madre Tierra

Pronto llegará el día en que la naturaleza esté agotada y nada quede para explotar

No son entendibles las razones por las cuales el hombre se resiste a aceptar su dependencia absoluta a la Madre Tierra. Tal vez le desagrade su destino de quedar convertidos en ‘polvo', pues eso confirmaría nuestras imperfecciones originarias, y para demostrar que no somos iguales, sin remordimientos hemos decidido someterla, hasta llevarla al punto de provocar su propia destrucción.

Esa tendencia destructiva, responde a una creencia muy humana, de sentirnos el centro del universo; el ser más importante de la creación, y por tanto, el llamado a poseer a placer para sí, la obra divina. La Madre Tierra ha sido paciente con sus insaciables depredadores, pero da muestras de cansancio. Lo curioso es que los países que envenenan las aguas, contaminan el ambiente y acaban con la vida silvestre, nos proponen la celebración del Día de la Tierra con ‘bombos y platillos'.

Con una conferencia de ‘expertos'; una pancarta por aquí, o una marcha por allá, pretendemos curar las heridas que desde tiempos inmemoriales venimos infringiéndole al planeta. Y al día siguiente las chimeneas siguen emitiendo gases venenosos a la atmósfera, y los tóxicos infestarán los pocos riachuelos existentes.

La cultura ‘civilizada de occidente' no consagra valores capaces de mostrar respeto a la tierra. El planeta posee potencialidades suficiente de generar comida y agua para todos, pero el poder aspira que una sola persona, sea quien la usufructúe para sí. Por el contrario, en las culturas de ‘los pueblos salvajes' ‘predomina la idea de que el ‘hombre es uno con la tierra'. Como están unidos por lazos fuertes, y entienden que todo abuso cometido generaría un fatal desequilibrio sobre la tierra, evita agredir al hermano río, al hermano venado, o al hermano trueno.

Pero, pronto llegará el día en que la naturaleza esté agotada, y nada quede para explotar. Conservemos por ahí algunas fotografías de bellos atardeceres, caudalosos riachuelos, y bandadas de aves, para que nuestros parientes rueguen por el descanso eterno del ‘homo sapiens' que su ambición desmedida, les quitó el derecho de disfrutar de la obra de Dios: la Madre Tierra.

Abogado

 

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