- miércoles 03 de diciembre de 2025 - 8:35 AM
Los tatuajes y el prejuicio que insiste en no evolucionar
A pesar de vivir en pleno siglo XXI, los tatuajes siguen siendo motivo de prejuicios y tabúes en muchos espacios sociales y laborales. Se continúa viendo esta forma de expresión como si fuera una moda reciente o una rebeldía sin sentido, cuando en realidad los tatuajes han acompañado al ser humano desde las primeras civilizaciones. De Egipto a Polinesia, de los pueblos nórdicos a las culturas precolombinas, tatuarse siempre ha tenido un significado profundo: identidad, espiritualidad, estatus, protección o simplemente arte. No es una novedad. Es historia.
Entonces, ¿por qué aún se juzga tan duramente a quien lleva tinta en la piel? La respuesta apunta a una visión conservadora que asocia la apariencia física con la capacidad intelectual y profesional, como si un diseño en el brazo pudiera determinar la ética, el carácter o la disciplina de alguien. Este tipo de prejuicio revela más del que juzga que del tatuado: demuestra una mirada limitada en un mundo que exige cada vez más inclusión, diversidad y apertura mental.
En Panamá todavía se escucha a personas decir que alguien con tatuajes “no se ve serio” o “no es profesional”. Y ahí es donde el tema se pone delicado. ¿De verdad seguimos creyendo que la inteligencia o la capacidad de una persona depende de su apariencia? ¿Que un diseño en la piel decide si alguien es o no es competente? Eso, sinceramente, ya debería estar superado.
Claro, la apariencia importa. Todos sabemos que la forma en que uno se presenta dice algo. Pero una cosa es cuidar la imagen, y otra muy distinta es juzgar a alguien solo porque decidió tatuarse. Un tatuaje no te borra los estudios, no te quita los valores, ni mucho menos te vuelve irresponsable. No es el tatuaje el que hace al profesional: es el trabajo, la disciplina y la ética.
Mientras en otros países las empresas más grandes y modernas valoran el talento por encima de la estética, acá todavía hay quienes se quedan pegados con ideas de hace décadas. ¿Acaso alguien rinde menos porque tiene una manga tatuada? ¿Explica un tatuaje cómo atiendes a tus clientes, cómo enseñas, cómo diriges o cómo trabajas? La respuesta es no.
Si queremos que Panamá avance, también tenemos que avanzar en mentalidad. Y eso incluye dejar atrás esos tabúes que no aportan nada. La gente tiene derecho a expresarse, a llevar su historia en la piel si así lo desea, sin que eso se convierta en un filtro injusto.
Al final del día, lo que debe importar es la persona: su trato, su preparación, su responsabilidad, su forma de aportar al país. Los tatuajes son solo tinta, pero el carácter, la ética y el compromiso... eso no se tatúa, se demuestra todos los días.
Es hora de comprender que la diversidad incluyendo la estética también enriquece. Y que detrás de cada tatuaje hay una historia, una decisión personal y, sobre todo, una persona capaz de aportar mucho más que lo que muestra su apariencia.
Periodista