Creo que tenía 18 años, cuando empecé a pagar seguro social y a visitar las instalaciones de la CSS en Calle 17. Desde entonces, vengo conociendo “algo de la Caja de Seguro Social”, institución creada por el Dr. Arnulfo Arias Madrid en 1940, con mucha indiferencia por parte de los mismos trabajadores y empleadores de aquellos años. Los gobiernos siguientes la fueron organizando, mejorando y dándole las proyecciones que la han convertido en una de las instituciones sociales más queridas en Panamá por la protección que les brinda a los trabajadores y a sus familiares.
La CSS se sostiene y puede proteger a los trabajadores, gracias a las cuotas mensuales que pagan los mismos trabajadores y los patrones, entre los cuales se encuentra el Gobierno Nacional. Esta institución social, que nació en Alemania, se proyectó en casi todo el mundo. Y en casi todos los países, la seguridad social vive de tumbo en tumbo con sus problemas económicos para poder brindar la seguridad social que todos los trabajadores esperan y necesitan.
En Panamá, los problemas administrativos y económicos de la CSS ya son bastantes conocidos: no hay medicinas, no hay cirugías oportunas, las citas son un calvario, las atenciones no siempre son las esperadas, los especialistas son un lujo para los pacientes, las jubilaciones son de hambre para la mayoría de los jubilados, la maquinaria administrativa es una glotona, muchas veces denunciada por actos de corrupción, ante el silencio de una Junta Directiva que calla y no dice nada y una lista de males que se engordan al pasar de los años y de las nuevas administraciones que “llegan con la promesa de salvarla de sus males”.
Pero “los males de la CSS” no son nuevos. De vez en cuando los panameños, en especial los trabajadores, se dan cuenta que hay problemas, cuando los escándalos no aguantan más y estallan y no se pueden tapar. Entonces se despiertan los sindicatos y los gremios, exigiendo honestidad, investigación, transparencia y la lucha contra la corrupción. Y luego vuelven a la siesta.
El presidente Mulino, con su propuesta de reformas a la CSS, ha provocado un “revolcón” y un debate nacional, necesario y oportuno. ¿La salvamos entre todos o la acabamos de joder?