Derivado del concepto francés ‘laissez faire, laissez passer’, que significa dejar hacer, dejen pasar, el leseferismo es una doctrina que defiende la intervención mínima del Estado, surgida en el siglo XVIII por los fisiócratas franceses, quienes influenciaron al economista escocés Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna y quien sentara las bases para el desarrollo del capitalismo.
El leseferismo es lo opuesto al intervencionismo, ya que el primero solo trata de garantizar la seguridad, la justicia y el cumplimiento de los contratos, mientras que el segundo intenta regular, orientar y corregir los desequilibrios. Uno procura la autonomía personal y económica, el otro busca la justicia social, la estabilidad y el desarrollo equitativo.
El intervencionismo garantiza un discurso político más afable para la masa, en tanto, el leseferismo se percibe alejado de las políticas de subsidios, de ayudas sociales, de regulaciones morales, así como de los controles de precios.
La gran influencia del liberalismo colombiano durante todo el siglo XIX y del enclave colonial estadounidense durante el siglo XX, hicieron de Panamá un país con marcada tendencia al liberalismo económico y político, es por ello, que ideológicamente, le ha sido imposible a la izquierda llegar al poder a través de las urnas.
Con la aparición del populismo moderno en el siglo XXI, los diferentes gobiernos combinaron medidas neoliberales con subsidios, mediante transferencias económicas directas, que comprometen las arcas del Estado, a tal punto, que hoy día, la corrupción se ha visto obligada a migrar de la obra de infraestructura pública, a la obra social.
La izquierda panameña ha aprovechado el resentimiento ciudadano, producto de la inequidad, la corrupción y la impunidad. Si en teoría, los cuestionamientos contra el leseferismo son la falta de protección social, el abandono a los sectores vulnerables y el favorecimiento a los grupos de poder económico, entonces por qué el gobierno panameño promueve políticamente esta corriente, en lugar de favorecer la equidad y la justicia social.
¿Resulta imposible conjugar ambas visiones en democracia?