El coronel Mulino enfrenta a los patriotas de Colón, quienes, bajo el inclemente sol de la ciudad caribeña, desfilan. Prefirió la lechona que la empanada de patí.
Hace 121 años, arribó al puerto de Colón el Batallón Tiradores de Colombia, dispuesto a sofocar nuestro impulso emancipador. Los colonenses perseveraron y convencieron dar marcha atrás a los 500 soldados comandados por el coronel Eliseo Torres. Hoy, los colonenses no lograron hacer retroceder al coronel Mulino. Ni Julio Hernández (progenitor de la afamada Liza) ni Galván ni Daley pudieron contra la represión. Aquellos 500 hombres del Batallón Tiradores llegaron desde Cartagena en los barcos Cartagena y Bixio; en cambio, los enviados desde Pty se transportaron en patrullas terrestres.
Desde el lunes, el Centro Nacional de Huracanes de EUA había advertido de que la tormenta Rafael, con potencial para convertirse en huracán, se dirigía hacia el Golfo de México lindo, en dirección contraria al Colón de mis amores, que no Aspinwall. ¿Cómo obtuvo el coronel Mulino la información de que el 5 de noviembre habría temporal en Colón, cuando en realidad fue un día de sol radiante?
¿Por qué se tomó la decisión de impedir a los colonenses desfilar y homenajear a su Patria, y luego reprimirlos? Ministros rezaron y agitaron sus rosarios, clamando a Dios que no lloviera y sus plegarias fueron escuchadas: Colón disfrutó de un día soleado. Los dirigentes atribuyeron este fenómeno a una intervención divina.
El 5 de noviembre de 1903, con astucia y determinación, los colonenses de la Junta Revolucionaria, con los dueños del ferrocarril y del Canal Francés, impidieron que los soldados colombianos abordaran el tren en esa mágica ciudad y se trasladaran a Pty. Aminta, niña, hija de Porfirio Meléndez, patriarca independentista, sí pudo viajar en el tren, llevando consigo, y de forma oculta, una nota con información conspirativa dirigida a los sublevados.
Estado Libre del Istmo, que era nuestro nombre, paso a ser la República de Panamá. Gracias, Colón.