- martes 22 de octubre de 2024 - 12:00 AM
Un adolescente está más cerca de terminar enredado en una pandilla, que con cumplir con sus metas, si es que algún día las tuvo. El aumento o disminución de la violencia callejera va de la mano a los logros alcanzados por la educación formal. No creemos haber descubierto el “agua tibia”, pero sí nuestra creencia de que la consecuencia del fracaso de nuestra educación apunta hacia todos lados, menos al futuro de nuestras generaciones.
Como anda esto, es cosa de tiempo para que el chico “caiga”, y le diga adiós escuela, y luego a la cárcel la que le dará una cálida bienvenida, al reino de “de rejas y grillas”. Llegado a este punto, al Estado asume una “misión imposible” de cumplir, pues si en libertad la escuela no le logró formar en valores, ¿lo podrá hacer ahora en condición de cautiverio?.
La educación como tema de campaña, se agota en prometer escuelas y asegurar estabilidades a los educadores. El desinterés estatal y ciudadano por los menores privados de libertad, es una consecuencia de carecer de un proyecto nacional de país, mismo en el que entenderá que cada menor encarcelado, es un recurso humano en potencia que pierde la sociedad.
Sobra la improvisación oficial en la difícil tarea de educar a menores cautivos. De esto nos habla que la plana docente carcelaria está mal pagada, y que es anónimo el trabajo de los profesionales que lidian con el problema. Estamos conscientes de que se puede ser objeto de censura, pues habiendo tantos problemas sociales, ¿para qué queremos enfatizar nuestra atención en la educación de “los menores encarcelados”?
Aunque sé que debemos esperar reconocimientos, siempre cuento que en mi vida profesional me vinculé con menores cuyas conductas entraron en conflicto con la ley penal. Admito que la precarias condiciones en las que desarrollamos esa labor, en más de una vez estuve a punto de “pegar a huir”. Hoy duele enterarse que más de uno de ellos perdió la vida o que siguió su vida delincuencial. Pero también confieso que en mi vida no he encontrado mayor satisfacción en encontrarme con aquellos niños; ya hombres, que luchan por llevar una vida honrada.