• jueves 24 de abril de 2014 - 12:00 AM

Historia de una barba

Columna de opinión.

Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo. Es el arte de advertir con la frase proverbial. Adopta tus precauciones. Que en guerra avisada… El verbo ‘arder’ nos pone a dudar. Viene del latín ardere. Entre sus acepciones están tanto ‘estar en combustión’ como ‘experimentar un ardor’. Tiene sentido que, sin las cremas actuales, los varones sufrieran ardor a la hora de raerse la superficie del rostro para quitarse los pelos. ‘Ardor’ es la sensación de calor o rubor en alguna parte del cuerpo. Si atendemos la primera acepción, entonces estamos en problemas. No es común que prendan fuego las barbas. Ha surgido entonces la idea de que en principio, en vez de barbas, la referencia era a las bardas, las cercas divisorias de paja que los antiguos colocaban en las cercanías de las granjas o las viviendas, y que definen como las cubiertas puestas sobre las tapias de los corrales y las huertas para su resguardo.

La advertencia, en su origen, es con barbas. Es un refrán abuelo. Y sigue imperando, a pesar de esta nueva versión, con bardas. En 2005 lo encontré mencionado el de las barbas en una edición electrónica de El Quijote.

En mi libro favorito, Diccionario de uso del español, de María Moliner, el asunto tiene barbas. ‘Cuando la (s) barba (s) de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar’. Lo define como un refrán que se emplea como aviso o que aconseja escarmentar con lo que se ve que les pasa a otros.

La primera mención se remonta al Tesoro de la lengua castellana o española, de don Sebastián de Cobarruvias (1611): ‘Quando vieres la barba de tu vezino pelar, echa la tuya en remojo". Español antiguo.

Qué bueno que nos tocó como idioma el español. Feliz Día del Idioma y del Libro, y homenaje a Cervantes, Shakespeare y Garcilaso.

* Periodista y filólogo