- sábado 22 de abril de 2023 - 12:00 AM
¡Ya hartan tantos expertos!
Por nuestra posición geográfica, por el Canal y nuestra vinculación al imperio norteamericano; por nuestra lucha para rescatar nuestra soberanía; por la dictadura, que nos gobernó por 21 años; y, más recientemente, por el crecimiento excepcional de nuestra economía, seguimos siendo objeto de exámenes, diagnósticos y pronósticos, tanto de organismos internacionales institucionalizados; de otros menos serios y, también, de aventureros que recorren el continente, prodigándose con opiniones sobre todo tema imaginable, en repetición de la vieja táctica de ‘vivir del cuento'.
No debe incomodarnos que nuestras realidades políticas, económicas y sociales, sean objeto de interés y análisis; pero ya es hora de que comencemos a diferenciar entre quienes, por su jerarquía, institucional o intelectual, merecen nuestra atención y los charlatanes itinerantes que nos visitan con frecuencia; se desmandan con toda clase de opiniones expertas y hasta se atreven a recomendarnos cómo debemos gobernarnos. Ya es hora de que comencemos a ignorarlos y a recomendarles que a ‘sus sapiencias' les den mejor uso en sus países de origen, donde, como es fácil asumir, a estos ‘todólogos' nadie les para bola.
Desde cuando serví como embajador en la OEA y en el directorio del Banco Interamericano de Desarrollo, las listas de los inscritos o registrados como ‘expertos', en esos y otros organismos internacionales, ha crecido exponencialmente, casi siempre por gestión propia o con el respaldo de algún amigo o conocido en el engranaje.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, las organizaciones internacionales eran pocas, pero al paso del tiempo han proliferado. Algunas languidecen por su obsolescencia; pero en muy escasas ocasiones se les extienden, como debiera ser, un piadoso certificado de defunción. Consecuente con ese crecimiento y, también, por la irrelevancia de muchas de ellas existe una ‘masa flotante' de burócratas internacionales buscando como justificar sus cargos y de ex burócratas que siguen vendiéndose como ‘expertos' para asesorarnos, pero nunca gratuitamente.
Que ellos se las ingenien y se promuevan para su conveniencia no debe extrañarnos; pero lo que no es de recibo es que les sigamos el juego y permitamos que nos utilicen como su ‘modus vivendi'.
ABOGADO