- jueves 03 de octubre de 2024 - 12:59 PM
Han pasado 35 años. Una masacre que no debe repetirse
El 13 de septiembre, hace menos de un mes, me encontraba en Boloña, Italia. Allí estudió Hugo Spadafora para convertirse en médico. Recuerden que ese día, pero de 1985, el régimen lo detuvo, lo torturó y decapitó. Desde ese punto de Europa envié un mensaje a la población para que no olvidaran a este mártir de la democracia. En estos momentos hago lo mismo al remembrar aquel fatídico 3 y 4 de octubre de 1989 donde el régimen no le perdonó la vida a los principales gestores del segundo intento de golpe contra Manuel Antonio Noriega. Esos hechos los viví al cubrirlos para la emisora de onda corta más grande del mundo, La Voz de Los Estados Unidos de América.
La noche del 2 de octubre de 1989 recibí una llamada del comando de La Voz de los Estados Unidos de América. Desde hacía varios años formaba parte de sus corresponsales internacionales. Ellos pagaban por despacho así que, dada la crisis del 87, 88 y 89, fueron muchos los que envié a petición de la dirección informativa. Ese día me indicaron que estuviera pilas. Allá tuvieron la primera advertencia de que algo iba a suceder. Esa noche estuve alerta. En las primeras horas de la madrugada del 3 de octubre de 1989 hubo muchos movimientos de tropas en los alrededores del cuartel Central, sede del comandante Manuel Antonio Noriega. El país agonizaba desde varios frentes... se moría en lo financiero, en lo educativo y en temas de salud. Las caravanas y concentraciones de la oposición se daban a cada rato. Era común que los universitarios cerraran las vías adyacentes a esa casa de estudios. Parte de la capital ardía en llamas, incluso, los militares tuvieron la osadía de atacar con saña a un grupo de jubilados que pedía el pago de sus pensiones y jubilaciones. Recuerden que el 10 de mayo de 1989 Noriega le ordenó al Tribunal Electoral que anulara las elecciones del 7 de mayo. No había forma de cometer fraude ante la avalancha de votos en contra. Por esa razón se daban las manifestaciones en todo el país. En 1989 ocurrió el mismo fenómeno que viven hoy los venezolanos. El régimen de Maduro perdió, pero amañaron los números para declararlo vencedor.
En 1989 a Noriega lo perseguían varios fantasmas y creo que el principal era Hugo Spadafora Franco. Recuerden que este médico fue asesinado con brutalidad y su cuerpo sin cabeza fue encontrado en un sector fronterizo en Costa Rica el viernes 13 de septiembre de 1985. Después de la invasión, y luego de escuchar los testimonios, fueron varios los miembros de las fuerzas de defensa que recibieron la condena máxima de aquella época... veinte años de prisión. El misterio más grande es sobre el paradero de la cabeza de Hugo Spadafora. Noriega murió y a la tumba se llevó grandes secretos.
Y miren cómo son las paradojas de la vida... El mismo militar que impidió el primer golpe contra Noriega ese 16 de marzo de 1988 fue el mismo que encabezó el del 3 de octubre de 1989. En el primero, los golpistas fueron torturados y encarcelados. Todavía recuerdo aquella frase lapidaria de Noriega cuando bajaba las escalinatas del cuartel Central. Ese 16 de marzo declaró: “Hoy las esposas, los hijos, los familiares, los amigos podrán llevarle comidas y cigarrillos a estos golpistas; que esto sirva de ejemplo pues los que intenten de nuevo lo mismo habrá que llevarles flores al cementerio.” Oficiales cercanos a Noriega me informaron que el general dijo eso para alejar de la mente de otros militares la figura del golpe. “Él no tenía intenciones de dar la orden de matar a los golpistas del 3 de octubre; esa decisión la tomó...” En ese momento hubo un silencio de la fuente consultada. Prefirió omitir el nombre por asuntos de seguridad. Después de recabar documentos históricos y de establecer analogías pude dar con el oficial que ordenó la muerte de sus compañeros. En aquella época se conformó un círculo cercano a Noriega, compuesto por mayores y capitanes. De ese grupo salían las órdenes por encima de tenientes coroneles o coroneles. Sé que usted desea saber quién dio la orden para matar a los golpistas de octubre. En estos momentos prefiero callar.
El resto de la historia es conocida. Aquel soldado que abortó el primer golpe que encabezó el coronel Leonidas Macías era quien dirigía la segunda intentona. El mayor Moisés Giroldi tuvo a Noriega en sus manos. Cuenta uno de los participantes que ellos sabían que Noriega estaba en su oficina. Le mandaron toda clase de proyectiles de grueso calibre... nunca pensaron que saldría vivo. El hombre se las ingenió para salir ileso. A los pocos minutos llegaron al búnker, donde estaba el general. Al toparse con el comandante le expresaron que desde ese momento estaba arrestado. Los camiones estaban listos para llevarse al general hacia la sede del comando Sur, en la zona del canal. Ante la insistencia de los otros oficiales Giroldi manifestó que quien daba las órdenes era él.
Mientras todo ocurría los grupos leales a Noriega fueron llegando. En ese momento en que Giroldi tuvo a Noriega rendido, la suerte de los dos estaba echada. O lo trasladaban a manos de los gringos o con la llegada de las fuerzas leales al general, se frustraba otro golpe y se ponía en entredicho la vida de los golpistas. Noriega era un experto maniobrando y convenciendo. Logró ganar tiempo; a través de la sicología pudo sortear el peligro. En la tarde de ese día los principales dirigentes de la intentona fueron asesinados en lo que se conoce como la masacre de Albrook. A Giroldi lo mataron en el cuartel de Tinajitas al día siguiente. El coronel Carlos Arosemena King leyó un parte donde explicaba que los compañeros de armas murieron en combate, cuando en realidad fueron torturados y fusilados. Es posible que existan imprecisiones en esta historia que narro, sin embargo, así lo viví... así lo cuento.” Y si usted tiene otra versión espero la comparta. Dios nos bendiga.