• martes 04 de marzo de 2025 - 12:00 AM

¡Guiales, guaro, campana!; ¿Y después?

Al iniciarse los carnaval, pocos recuerdan las promesas que hicieron al final del año pasado. ¿Recuerdas lo mal que te sentiste cuando te diste cuenta que no habías alcanzado ninguno de los propósitos que te propusiste? Pero, te site una oportunidad porque este 2025 para ti sería diferente.

Ese entusiasmo te duró poco, pues tu fuerza de voluntad sucumbió ante el llamado irresistible de los culecos y las comparsas, sin importar “los ahorritos”, el prestamista o los uniformes escolares. No me veas como “un viejo amargado”, que hoy anda predicando que celebrar los carnavales es una herejía, pues de esos festejos guardo muy bellos recuerdos, dignos de ser repetidos si se diera la ocasión.

Por nuestras venas corre sangre negra, esa que nos hace brincar al escuchar el sonido de una lata. Lo malo está en no dejarle espacio a la responsabilidad y a la cordura, actuando como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina. Con esa idea en mente, creemos que los problemas cotidianos se “ponen en pausa”, y que todo seguirá igual.

Si el país anda todo revuelto, ¿cómo pueden hacer para sentir que todo está bien? No hay manera, y la gente se resigna repitiéndose que las cosas no van a cambiar sólo porque se quede en casa encerrado. Después del “entierro de la sardina”, saldremos de ese trance, librándonos de los pesados cargos de consciencia, con una “una crucecita de ceniza” que te estampa el cura en la frente.

El problema del Seguro te seguirá mortificando. Y sin plata, las correderas de los uniformes escolares te condenarán a semanas de insomnio. Y si todo se complica, “se pelarán la cara ante los políticos”, porque para eso le buscaron los votos en la comunidad.

Al cabo de 40 días llegará la Semana Mayor, que con todo y su carga religiosa, es la oportunidad para seguir el desorden. El crucificado conoce de nuestras debilidades, y con solo “doblar rodillas” de seguro que recibiré el perdón celestial. Y así la vida seguirá su rumbo, en esa cadena de irresponsabilidades de las que nos lamentaremos en diciembre. fin de este año.

Por nuestras venas corre sangre negra, esa que nos hace brincar al escuchar el sonido de una lata.