• martes 31 de agosto de 2021 - 12:00 AM

¿Funciona nuestra democracia?

Por la fuerza con la que las prácticas politiqueras se han asentado en nuestra política

Por la fuerza con la que las prácticas politiqueras se han asentado en nuestra política, se pisoteó el sincero anhelo colectivo del retorno de la democracia. Se nos convenció que bajo ‘el gobierno del pueblo' los ciudadanos quedaríamos liberados de deberes y responsabilidades, pues la fuerza del voto era suficiente para asegurar la vigencia plena de los de rechos humanos, las libertades individuales y la ley.

La muestra más evidente de que vivimos en democracia, es que hoy abiertamente cualquier ciudadano (a) puede censurar en público las actuaciones de sus gobernantes. Con todo y eso queda la sensación de que demandas colectivas no son atendidas, y que por el contrario existe una tendencia muy marcada a favorecer a los poderosos.

La democracia no se propone eliminar las clases sociales, sino que se nos vende la idea de una frágil armonía social, basada en la ficción constitucional de la ‘igualdad jurídica', asegurando que con todo y las desigualdades materiales, es posible que llevemos la ‘fiesta en paz'.

En tales condiciones, el aparato constitucional funciona como una estructura de concertación política permanente, en la que sus poderes están comprometidos con el interés nacional, y los ejercen ‘representantes' elegidos por la comunidad. En este ambiente ‘institucionalizado', ricos y pobres viven a diario en una lucha silente por lograr que los gobernantes favorezcan con prioridad, sus intereses y exigencias sectoriales.

Pero, mientras los poderosos cierran filas para lograr sus propósitos, las mayorías vivimos atomizados por artificiosas diferencias ‘ideológicas' que excepcionalmente superamos. La paradoja es que las élites propician tales divisiones, sabiendo que es fácil reclutar a falsos ‘dirigentes populares' dispuestos a hacer ese ‘trabajo sucio'.

Por eso en cada elección, las mayorías dispersas se amontonan eufóricos en las carpas partidistas, sintiendo por breves instantes la falsa sensación de triunfo, ignorando que a ninguna le interesa sus problemas. Y al final del cuento, los ‘panes y los peces' nunca se reparten equitativamente, porque se saciará quien logre ejercer presión efectiva hacia los gobernante, teniendo a su favor la inercia e inmovilidad de las mayorías, que recibirá solamente las migajas que sobraron del rico festín.

ABOGADO

comments powered by Disqus