- martes 15 de febrero de 2011 - 12:00 AM
El final de los fanáticos
Estar en un grupo, un partido político, formar parte de un gobierno, ser uno de sus allegados con beneficios personales, hay veces que convierte a la persona en un verdadero fanático, es decir en una persona que no ve y no entiende razonamientos diferentes al suyo, que defiende sus posturas a puños, sacadera de madre y verborrea, aunque sean absurdas. El fanático no tiene consideraciones, su norte es destruir como sea a quien no piensa igual, no alaba o no defiende lo que él alaba y defiende.
El fanático es una mezcolanza de mediocre con inmoral, puede ser una persona que nunca ha ingresado a una escuela, o una persona que tiene mucho dinero, títulos y diplomas por montones, y hasta es posible que haya obtenido licenciaturas, maestrías o doctorados en universidades sobresalientes, también que haya leído uno que otros libros, y que haya ocupado o esté ocupando altos cargos en un gobierno o una empresa importante. Un fanático puede ser una persona destacada o uno más del barrio y sus parrandas. Su mediocridad estriba en que no acepta divergencias de opiniones y no resiste cuestionamientos ni críticas. Él solo tiene la razón, él solo es capaz de hacer lo correcto y él sólo puede decidir.
Cuando el fanático es inmoral les importa un coño cometer barbaridades, porque defiende su interés, actúa en función exclusiva de lo que a él le beneficia, y si tiene que amenazar, destruir, atropellar, aniquilar, lo hace sin ningún respeto por la ley, porque él se entiende que es la ley. Un fanático siempre encuentra otros fanáticos, igual o más de mediocres e inmorales. Cuando en un país que es folclórico esto ocurre, y ya no se trata de un fanático, sino de un grupo de fanáticos que además forman parte de una rosca de gobierno, las consecuencias de sus actos son terribles y de enormes proporciones fatales.
En este caso de fanáticos políticos, el final siempre ha sido el mismo según testifica la historia una y otra vez, terminan repudiados, muchos subiendo y bajando escaleras de tribunales, purgando en una cárcel las estupideces que hizo cuando creyó que el poder que tenía nunca tendría fin.
Las preguntas son importantes: ¿Hay fanáticos políticos en Panamá? ¿Hay fanáticos en el gobierno? Un fanático político no es igual que un fanático de fútbol o beisbol, simplemente es peor.
EL AUTOR ES ABOGADO