• jueves 09 de enero de 2020 - 12:00 AM

Fiesta en Miambiente

Columna de Opinión de Carlos Acevedo

Siempre se sospechó, y hasta trascendió que en la Autoridad del Medio Ambiente, hoy Ministerio del Ambiente, se hacían negocios con la madera y otros. Sólo basta recordar la fiebre del cocobolo, que adquirió un valor elevado para exportación, lo que permitió la tala masiva de miles de árboles de esa variedad. Sin duda que bajo ese supuesto, quienes estaban detrás eran empresarios y funcionarios del gobierno.

¿Cómo se explica que en esa institución no aparezcan más de mil recibos de pago que sustenten el transporte de madera?, ¿quiénes cometieron tales irregularidades y en qué oficinas siguen laborando, o serán trasladados a otros departamentos como ocurre casi siempre en el estado mientras la población se olvida de sus fechorías?

Una de las actividades comerciales más rentables es la venta de madera extraída de los bosques nacionales. Especies como la caoba nacional, maría, cedro amargo y cedro espino, bien cotizadas en la industria del mueble han sido diezmadas, sobre todo en la provincia del Darién.

Esos enormes gigantes del bosque no fueron sembrados ni regados por el hombre, son el producto de la acción de la naturaleza que con la lluvia, el sol y la tierra húmeda crecieron por años hasta convertirse en motivo de lucro desmedido para la industria. Hasta el imponente espavé, que crece frondoso a orillas de ríos y quebradas está siendo diezmado con el uso de la moto sierra afectando el ecosistema, ya que por su altura, este y otras variedades como el cuipo, sirven de anidamiento y refugio a las aves y otras especies de vertebrados en peligro de extinción.

Hoy, cuando la tecnología moderna cuenta con herramientas como los sistemas de posicionamiento satelital (GPS), sería interesante que se realice una auditoría para determinar cuántos árboles de las especies arriba mencionadas quedan todavía en pie en el territorio nacional, lo que ayudaría a un mejor control de la explotación maderera.