• viernes 31 de enero de 2025 - 12:00 AM

Experiencia mata tiempo

La visita de Rubio, a 11 días de la asunción de Trump, representa la primera misión de Estado de dicha administración

La llegada a Panamá del secretario de Estado, Marco Rubio, no supone una visita diplomática ni de negociación bilateral, más bien, se enmarca en una lista de temas, entre los cuales, la administración del presidente Donald Trump exigirá sus pretensiones en tono extorsivo, sin que medie atenuante alguna. Detrás de las exigencias que traerá el máximo regente de las relaciones internacionales estadounidense, está una batería de sanciones que aniquilarían la economía panameña.

Para estar claro, las posibles sanciones van desde el aumento de aranceles, sanciones contra empresas panameñas, la supresión de visados, hasta la afectación del sector financiero y bancario; a través de restricciones a las corresponsalías con las que se realizan las transferencias internacionales.

La visita de Rubio, a 11 días de la asunción de Trump al poder, representa la primera misión de Estado de dicha administración; lo cual deja claro el nivel de prioridad que tiene Panamá en la agenda norteamericana. Entre las posibles jugadas con las que cuenta Panamá, está apelar a las relaciones y vínculos históricos que colocan al istmo en una posición de ventaja como un aliado estratégico de los Estados Unidos.

Panamá posee un limitado margen error. En juego, no solo está la ruina del país, sino también, la posibilidad de mantener la cortesía de sentarse de forma bilateral a conversar sobre cualquier tema por subsanar. Lo que vimos con el presidente colombiano, Gustavo Petro, fue solo una muestra de cómo serán las relaciones latinoamericanas con los Estados Unidos.

El solo hecho de Panamá contar, con un presidente como José Raúl Mulino, que fue canciller durante el periodo que precedió la invasión norteamericana de 1989, deja claro que el gobierno panameño cuenta con alguien que ha visto como se retuercen las vísceras de la bestia por dentro.

Muestra de ello, fue la atinada designación del chiricano Carlos Ruiz- Hernández como vicecanciller, a quién trajo desde Washington DC para jugar como alfil entre los escabrosos pasillos de la Casa Blanca y del Departamento de Estado.

Periodista