- martes 11 de octubre de 2016 - 12:00 AM
El educador del siglo XXI
Frente a la crisis de la educación, poco nos complace que se reconozca que la responsabilidad sobre el asunto le atañe a toda la sociedad. Como dirían los expertos en el beisbol, todos quedamos ‘quietos en base'. Entonces, el burócrata, el estudiante, el padre de familia y el educador, seguirán haciendo más de lo mismo, ya que con su fracasada visión de las cosas, en el horizonte no se otea solución a corto ni a largo plazo.
Los aires de cambio resuenan en el Estado, el que al municipalizarse la educación, se liberarán de esa pesada carga. El padre, sometido a las leyes de la oferta y la demanda del mercado, o hace su mayor esfuerzo, o su hijo ingresará al servicio de educación pública, y el docente simplemente seguiré enseñando, desconociendo que cambió de objetivo, su importe papel.
Es cosa del pasado, ver la imagen venerada del maestro como custodio hermético del conocimiento, y a la escuela como su templo. Hoy la tecnología pone al alcance de todos, fluidos canales de información, los que superan en calidad y actualidad, el repertorio del que dispone el más abnegado de nuestros docentes. Pero, nada podrá sustituir al maestro en su nuevo papel como motivador.
Si el estudiante tiene acceso al conocimiento por otras vías; de paso más divertidas y llamativas, alguien deberá motivar a ese estudiante a que se atreva a explorar el infinito mundo de las ciencias, a profundizar el pensamiento filosófico; a cultivar lar artes, a interesarse por ser mejor como persona y como ciudadano, pues las posibilidades de nuestros estudiante, ni tienen límites.
En un motivador quien a pesar de todos los obstáculos, lleva entusiasmo al salón de clases; quien posee un sentido positivo ante los retos cotidianos de la vida; quien despierta el adormecido sentimiento patriótico de los jóvenes, de que Panamá es su histórica herencia, y como tal deben aprender a defenderla. Al espíritu nacional lo mantiene en estado comatoso, la indiferencia de mayores y jóvenes, el egoísmo irracional, y sobre todo el temor a dar el pasado decisivo a liberarnos de la mediocridad.
Abogado