- domingo 18 de agosto de 2024 - 12:00 AM
El Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales señala que la Educación Superior debe ser accesible a todos, porque es necesaria para el desarrollo completo de la personalidad humana y su sentido de dignidad.
Uno de los compromisos para el 2030, de los países signatarios es asegurar el acceso equitativo de calidad a todos los niveles de la educación: técnica, vocacional, media y universitaria; tanto para hombres como para mujeres y grupos excluidos. Comprendiendo que la educación universitaria permite como sociedad y país, que los profesionales sean agentes de cambio para el desarrollo sostenible.
Esta semana tuve el privilegio de escuchar al Rector Universitario mexicano, el Ingeniero Miguel Pérez Gómez señalar lo que representa que los jóvenes ingresen a las universidades. Indicó que, a nivel global, donde somos más de 8 mil millones de personas, solamente el 7% de la población mundial ingresa a los estudios de nivel universitario. En el caso de México, señalaba que el 20% de los mexicanos ingresan a las aulas universitarias. En Panamá tenemos el 13.5% de niveles universitarios.
En síntesis, él catedrático llamó “privilegiados”, a los que llegan a nivel universitario, lo cual se torna en un compromiso de doble vía con las familias que hacen un esfuerzo para que sus hijos vayan a la universidad y del estudiante que ha decidido incursionar estudios superiores. El o la estudiante pasa a ser responsable de las decisiones que tome. Este reto que se asume al ingresar a la universidad le hace crecer y madurar, con el anhelo y tarea que al final le inserte a la sociedad con una formación profesional o técnica, preparado para utilizar sus talentos, con un carácter crítico, de investigación y capaz de hacer frente a los retos de su vida individualmente y en sociedad, ya de forma colectiva. Sobre todo, después de un arduo esfuerzo, sea persona de bien y con las herramientas que le permitan optar por un trabajo bien remunerado y consiga tener una vida digna para sí y su familia.
La universidad tiene ese papel de ser centro de conocimiento y de formación de la persona, para que sea ese agente de cambio, para una sociedad más justa.
Recordemos que el mayor recurso que tiene un país es su capital humano.
El Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales señala que la Educación Superior debe ser accesible a todos, porque es necesaria para el desarrollo completo de la personalidad humana y su sentido de dignidad.
Uno de los compromisos para el 2030, de los países signatarios es asegurar el acceso equitativo de calidad a todos los niveles de la educación: técnica, vocacional, media y universitaria; tanto para hombres como para mujeres y grupos excluidos. Comprendiendo que la educación universitaria permite como sociedad y país, que los profesionales sean agentes de cambio para el desarrollo sostenible.
Esta semana tuve el privilegio de escuchar al Rector Universitario mexicano, el Ingeniero Miguel Pérez Gómez señalar lo que representa que los jóvenes ingresen a las universidades. Indicó que, a nivel global, donde somos más de 8 mil millones de personas, solamente el 7% de la población mundial ingresa a los estudios de nivel universitario. En el caso de México, señalaba que el 20% de los mexicanos ingresan a las aulas universitarias. En Panamá tenemos el 13.5% de niveles universitarios.
En síntesis, él catedrático llamó “privilegiados”, a los que llegan a nivel universitario, lo cual se torna en un compromiso de doble vía con las familias que hacen un esfuerzo para que sus hijos vayan a la universidad y del estudiante que ha decidido incursionar estudios superiores. El o la estudiante pasa a ser responsable de las decisiones que tome. Este reto que se asume al ingresar a la universidad le hace crecer y madurar, con el anhelo y tarea que al final le inserte a la sociedad con una formación profesional o técnica, preparado para utilizar sus talentos, con un carácter crítico, de investigación y capaz de hacer frente a los retos de su vida individualmente y en sociedad, ya de forma colectiva. Sobre todo, después de un arduo esfuerzo, sea persona de bien y con las herramientas que le permitan optar por un trabajo bien remunerado y consiga tener una vida digna para sí y su familia.
La universidad tiene ese papel de ser centro de conocimiento y de formación de la persona, para que sea ese agente de cambio, para una sociedad más justa.
Recordemos que el mayor recurso que tiene un país es su capital humano.