• sábado 08 de marzo de 2014 - 12:00 AM

Educación integral, preservación de una sociedad

En esta nueva era del modernismo, caracterizado por los acelerados cambios en el mundo físico y moral, los logros de la ciencia y la tec...

En esta nueva era del modernismo, caracterizado por los acelerados cambios en el mundo físico y moral, los logros de la ciencia y la tecnología son asombrosos, y los aceptamos como conquistas lógicas de la inteligencia. Sin embargo, no sucede así con los cambios que afectan nuestro espíritu, nuestra sensibilidad, nuestras creencias y convicciones sociales; pues cada vez se abre más la brecha entre generaciones generando debates y polémicas por definir si esos nuevos cambios son antivalores, valores nuevos o simplemente aberraciones. Estos hechos se debaten entre filósofos, sociólogos y otros intelectuales en un lenguaje cuasi esotérico para el hombre común, al punto de creer que se trata de ideas extraterrestres e incansables, pero, por otro lado, hay un grupo de la sociedad intermedio que oscila entre la crítica y la censura que considera que estos nuevos cambios conductuales de la formación moral y cívica se debaten entre la crisis y el colapso y tal vez tengan esa percepción, puesto que es lo que sienten y hasta se puede palpar por todos los escenarios desenfrenados que atentan contra las buenas costumbres. Será por esto que a nivel popular se escuchan expresiones drásticas tales como: parece que nunca fue a la escuela, entró en la escuela, pero la escuela no entró en él, qué clase de maestro habrá tenido, eso se lo enseñaron en la escuela, la escuela es un fracaso, la escuela está llena de maestros maleantes, y así, el lenguaje popular podemos comprender y tener el valor de aceptar que estamos entre lo que podemos definir como una lucha entre la formación moral y cívica contra los antivalores que debieran preocuparnos a todos, por las repercusiones que arrastran en detrimento del comportamiento humano contra su propia existencia. Como educadora, soy del criterio que en el fondo de este tema hay un punto muy importante en el que la escuela es el agente responsable del cultivo de los valores sociales y cívicos. Es más común referirse a la escuela que al hogar, el cual, al fin y al cabo, es la primera institución en relación directa con la formación moral y social, puesto que la escuela tiene una doble misión que es informar y formar el intelecto, al aprendizaje de las disciplinas escolares y la segunda destinada a continuar o moldear la formación que el estudiante trae del hogar e identificar y desarrollar nuevos valores formadores del carácter. Es una misión moral y cívica que debe nacer en el núcleo familiar y reforzadas en las escuelas, con docentes comprometidos por una educación integral, en que el Estado debe ser garante de propiciar los elementos y fundamentos para una educación integral moderna, basados en la formación moral y cívica que es indispensable para nuestra preservación como sociedad.

DOCENTE Y VOLUNTARIA DE LOS DERECHOS HUMANOS