• martes 06 de septiembre de 2016 - 12:00 AM

Desconectados de la realidad

Ya no nos sorprende ver a personas de todas las edades, caminando por calles y avenidas, con una auricular en el oído

El aislamiento de las personas gente se ha acrecentado con la alta tecnología. El dominio del arte de socializar ya no se considera una habilidad que interesa ser cultivada. Con los juegos electrónicos, los niños logran descontarse de su entorno; se puede dar seguridad a la distancia, y hasta el vehículo automático está a punto de desplazar al conductor designado.

En momentos en que la solidaridad humana se hace necesaria para asegurar la supervivencia de la especie, recurrimos a todo para expresar nuestro deseo de alejarnos del mundo. Ya no nos sorprende ver a personas de todas las edades, caminando por calles y avenidas, con una auricular en el oído. Es una forma muy efusiva y hasta agresiva de gritar a los cuatro vientos: ‘no quiero saber nada de nada'.

No importa la clase de música que escucha, y hasta es posible que lo mantenga apagado. La idea es que al resto de los mortales, en su marcha acelerada, no se le ocurra detenerlo así sea que la tercera guerra mundial estalle, que se inicie el juicio final, ni siquiera para compartirle que Panamá se clasificó al Mundial Rusia 2018.

Con gente indiferente a todo, que no quiere escucharnos, no se puede vivir en democracia. La democracia nos obliga a interrelacionarnos, a compartir con el prójimo, a buscar la armonía con el universo, a sentir que es posible construir un mundo mejor, si todos nos interesamos por la vida.

Y ese aislamiento ‘gozoso' al que muchos se imponen, tiene de alegre solo la curiosidad que causan en le gente normal. Ese es el placer morboso que disfrutan los que creen que los otros le envidiamos, que nos morimos de dolor, o que sufrimos por no saber qué es cosas son las que llaman su atención.

Y los padres complacemos los ruegos de nuestros menores, y les ponemos en la mano, un aparato que adormece la consciencia, poniéndole estrechos límites a su espacio vital, porque el que comparte su aire o su sol, lo pierde todo. El día llegará en que se enteren que el mundo siguió su marcha, y que a nadie le hicieron falta.

*Abogado

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Y los padres complacemos los ruegos de nuestros menores, y les ponemos en la mano, un aparato que adormece la consciencia

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