• miércoles 05 de junio de 2024 - 12:00 AM

Del castigo al daño

Quién no se ha visto tentado a darles dos buenas nalgadas a nuestros hijos cuando estaban en esas edades en que requerían de nosotros cuidados continuos. Debíamos cuidarlos para que no se causaran un daño a sí mismos o a otro.

Forma parte de nuestra responsabilidad para ejercer de forma correcta nuestro rol de formadores como padres disciplinar de forma correcta. La regulación de este aspecto de la crianza, la acción de corregir, está recogida en nuestro Código de la Familia, apartado «El derecho de corrección», artículos 319 y 443. Este derecho está extendido a los educadores en los planteles de clase: el derecho, por tanto, se comparte por padres y educadores.

El hilo conductor entre la violencia y el derecho de corrección resulta muy delgado, ya que es muy subjetivo lo que cada persona interpreta como «disciplinar moderadamente».

No olvidemos que los objetivos principales de disciplinar a nuestros hijos son educarlos y protegerlos de un daño, manteniendo el orden en casa y en clase. También debemos ser conscientes de que ejercer el derecho de corrección puede ser una labor agotadora y frustrante para quienes toman esa responsabilidad.

Las causas principales del abuso físico al corregir son la frustración y la memoria cultural. Podemos escuchar frases como: «Un par de correazos/reglazos no matan a nadie», «Yo no me he muerto y me pegaban», entre otras.

Lo cierto es que el castigo corporal no es un buen método disciplinario, tal y como lo aseguran los psicólogos. Existen muchas herramientas de disciplina que producen un efecto positivo en vez de recurrir al castigo corporal como recurso disciplinario. Busquemos orientación y ayuda. Criar no es fácil, pero podemos hacerlo bien.

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