• sábado 07 de septiembre de 2024 - 7:05 PM

De ídolos a villanos: La volatilidad del público y el arte de la manipulación

El público es voluble, manipulable y, en muchos casos, profundamente incongruente. Lo que ayer se adoraba hoy se desprecia, y los que alguna vez fueron íconos de innovación se convierten rápidamente en chivos expiatorios. Este es el caso de Kevin Fashioned y Mollie, los fundadores de Matcha Salón, quienes pasaron de ser aclamados visionarios del estilo y la moda en Panamá a ser objeto de un desprecio casi unánime. ¿Qué ocurrió para que el salón más prestigioso de la ciudad se transformara en el epicentro de un escándalo que ha sacudido la confianza del público?

El escándalo del cabello dañado: La chispa que encendió la ira

Matcha Salón se había posicionado como el destino de moda para aquellos que buscaban no solo un cambio de imagen, sino una experiencia estética total. Bajo la dirección de Kevin y Mollie, el salón ofrecía algo más que cortes de cabello: ofrecía arte, expresión personal y un sentido de pertenencia a una élite selecta. Sin embargo, todo este glamour se vino abajo cuando una cliente sufrió un daño irreparable en su cabello a manos de uno de los estilistas del salón.

El incidente fue grave. La cliente, tras recibir un tratamiento químico incorrecto, quedó con el cabello severamente dañado, un hecho que no tardó en hacerse viral en las redes sociales. El video en el que la mujer mostraba el estado desastroso de su cabello se compartió miles de veces, y lo que comenzó como una queja individual rápidamente se convirtió en una tormenta mediática. La narrativa pasó de ser un error aislado a un supuesto patrón de negligencia y desdén por parte de los dueños del salón. Kevin y Mollie, en lugar de enfrentarlo con humildad, respondieron inicialmente con indiferencia, lo que solo alimentó la furia del público.

La caída de los ídolos: El precio de la soberbia

El público panameño, que había elevado a Matcha Salón al estatus de templo de la moda, no estaba dispuesto a tolerar la arrogancia de Kevin y Mollie. En lugar de ofrecer una disculpa sincera o buscar reparar el daño, sus respuestas evasivas y la falta de empatía demostrada en sus declaraciones públicas se percibieron como una confirmación de su desconexión con aquellos que, hasta ese momento, los habían idolatrado.

Lo que ocurrió con Kevin y Mollie es un reflejo de un fenómeno más amplio en la cultura contemporánea. El público no solo consume arte; lo define, lo valida y, cuando le conviene, lo destruye. Este ciclo de creación y destrucción es tan antiguo como el propio concepto de celebridad.

Historia de una repetición: El público como creador y destructor

Este fenómeno de amor-odio no es nuevo. Basta con mirar atrás y recordar la caída en desgracia de otros íconos culturales. Un caso emblemático es el de la actriz francesa Sarah Bernhardt, conocida como “La Divina Sarah”, quien durante años fue adorada por el público parisino. Sin embargo, bastó un solo mal papel en una obra menor para que el público, que antes la ovacionaba de pie, la destrozara con una crueldad implacable.

La volatilidad del público no solo afecta a las celebridades y artistas, sino también a los negocios que dependen de su favor. En el arte contemporáneo, esta dinámica es especialmente evidente. Los artistas y emprendedores como Kevin y Mollie se ven atrapados en un ciclo de adoración y desprecio que no siempre tiene que ver con su talento o calidad, sino con la percepción que el público decide adoptar en un momento dado. Y esta percepción puede ser moldeada por un solo incidente, como lo demuestra la tragedia de Matcha Salón.

El arte del daño: Reflexión sobre la manipulación pública

Lo sucedido en Matcha Salón es más que una simple historia de mala praxis. Es un recordatorio de cómo el público puede ser fácilmente manipulado, tanto por los medios como por sus propias emociones. El escándalo del cabello dañado fue real, pero la reacción masiva que provocó habla más de la fragilidad de las relaciones construidas sobre la base del culto a la imagen y el estatus que de la gravedad del incidente en sí.

El público, en su necesidad de héroes y villanos, construye narrativas que rara vez permiten matices. Kevin y Mollie, que habían sido elevados como símbolos de estilo y éxito, fueron rápidamente demonizados cuando ya no cumplieron con las expectativas proyectadas sobre ellos. En un mundo donde las redes sociales amplifican las voces de todos, es fácil pasar de la cima al abismo en cuestión de horas.

La maldición de la fama en tiempos de redes sociales

El caso de Matcha Salón es un ejemplo perfecto de cómo el aplauso del público puede ser tan efímero como peligroso. En un entorno donde la percepción lo es todo, el error más pequeño puede ser el fin de una carrera, y el público, que una vez te elevó, será el primero en destruirte cuando ya no cumples con su ideal. Kevin Fashioned y Mollie aprendieron esto de la peor manera, y ahora nos queda a todos reflexionar sobre cómo consumimos, juzgamos y, a veces, destruimos lo que alguna vez amamos.

La próxima vez que encontremos un nuevo ídolo, un nuevo lugar de moda o un nuevo artista que nos fascine, deberíamos preguntarnos: ¿Qué estamos realmente admirando? ¿Y cuán rápido estaremos dispuestos a cambiar nuestro aplauso por abucheos si las cosas no salen como esperábamos? Porque en el arte contemporáneo, tanto como en la vida, todos somos espectadores y actores en un drama que puede cambiar en cualquier momento.

El autor es actor y columnista

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