- viernes 05 de agosto de 2011 - 12:00 AM
Crisis sanitaria
Cuando se pasa de pueblo chico a pueblo grande no todo cambia para bien. Los problemas que antes solían ser sencillos terminan convirtiéndose en desastres. Antes era fácil esconder la basura bajo la alfombra, hoy día, las montañas de desechos sin clasificación alguna son parte del paisaje que los panameños nos hemos acostumbrado a ver diariamente. Desde tumores, sangre, placentas, jeringuillas, gasas, diferentes partes del cuerpo humano y no humano en descomposición, hasta químicos, fibras, plásticos, llantas y desechos tóxicos terminan alojados y compactados en grandes vertederos públicos, contaminando a través de sus filtraciones a los ríos y quebradas adyacentes, y en su cauce, a todo lo que allí vive.
La falta de controles y regulaciones por parte de las autoridades ha hecho de Panamá un lugar cómodo, pero inseguro para vivir. Mientras las autoridades se debaten con la sociedad civil y los medios de comunicación sobre la definición y clasificación de homicidios y nos jactamos al compararnos con otros países por la cantidad de muertos producto de la violencia, el sistema público de salud envenena con químicos y contamina con bacterias a cientos de panameños humildes como si se tratara de ratas de laboratorio. Cuando todavía la tragedia, producto de los envenenamientos masivos con dietilenglicol, sigue devastando vidas humanas, la Caja de Seguro Social nos brinda otra desagradable sorpresa con la proliferación en sus instalaciones de una mortal bacteria que ya ha cobrado vidas humanas y que promete algunas otras más.
Como si se tratara de que a cada administración de gobierno le toquen sus propios muertos, todavía los que dirigen coyunturalmente el país no comprenden que todo se trata de un proceso mal dirigido que arroja con periodicidad eventos cíclicos que devastan la confianza de un país observante de que sus autoridades son incapaces de proveer la seguridad básica para una sana convivencia social. Pero la muerte, por muy natural que sea, tal como lo aducen los que administran la Caja de Seguro Social, no se debe valorar como lo hacen estos irresponsables que juegan con el dolor de madres, padres, hijos y hermanos; todos, familiares de gente que por humilde no pierde su valor humano. La muerte es la expresión que mejor define la vida, es aquel paso que consuma un proceso que inicia con el nacimiento. El respeto a la vida y a la muerte nos define como sociedad, define a nuestros gobernantes y nos define a nosotros mismos.
EL AUTOR ES PERIODISTA