• lunes 14 de noviembre de 2011 - 12:00 AM

La creciente remilitarización

La creciente remilitarización. El proceso de remilitarización en Panamá avanza a paso redoblado ante la actitud contemplativa de unos y...

La creciente remilitarización

El proceso de remilitarización en Panamá avanza a paso redoblado ante la actitud contemplativa de unos y el descomedido propósito de sus autores.

Aún cuando el Artículo 310 de la Constitución estipula que: ‘La República de Panamá no tendrá ejército’ y el Artículo 311 reza que: ‘Los servicios de policía no son deliberantes…’, la triste realidad es todo lo contrario: hoy por hoy, Panamá tiene un ejército y los servicios de policía son cada día, más deliberantes. La población no alcanza a medir el peligro que esto conlleva para la construcción de cualquier estado de derecho, para la seguridad ciudadana y los derechos humanos. Prueba de ello es que, cada día, hay más espectros acobardados en lugar de una sociedad poblada de ciudadanos.

Los desfiles de los días 3,4,5 y 10 de noviembre, más que patrióticos fueron los desfiles de la remilitarización y de la bota ‘aplastavoto’. Nunca antes tanta población había sido sometida, con la complicidad de las televisoras, a semejante vejamen de lo civil, de la civilidad y del civilismo. En ese terreno, el régimen martinelista ha ido mucho más lejos que la dictadura militarista y las consecuencias, por ende, serán peores y más destructoras de la convivencia democrática que lo que necesita es, solidaridad y respeto por los derechos de toda la población.

Los desfiles de los contingentes de la ‘policía’ fueron un amenazador exhibicionismo de la capacidad represiva y letal de los secuestradores de la democracia. No se contentaron de los centenares de militares que, con arreos de combate, pasos de ganso y cantos de guerra, se enseñorearon en calles y avenidas. Recurrieron también a toda una variedad de artilugios y parafernalia.

Así observamos las botas, cascos y quepis hitlerianos; las casacas prusianas; los sambrones; los guantes, blancos o negros, para ocultar el puño de hierro; los gritos de guerra y violencia, los lentes oscuros. Hasta la banda (que llevaba uniforme militar negro) que solo tocaba marchas marciales y de la dictadura para acompañar las motocicletas, las tanquetas, las lanchas torpederas, los contingentes de carapintadas (en el mejor estilo de Seineldín) con sus metralletas M-16 que, al pasar frente a la tribuna presidencial, eran aplaudidos a rabiar.

Vamos bien… derechito a un Estado, cada día más policiaco y más decidido a repetir Changuinola, a menos que la población tome conciencia que, no solo nos están dejando sin seguridad ciudadana, también nos están secuestrando nuestras libertades. ¿Hasta cuándo?

EL AUTOR ES PROFESOR UNIVERSITARIO

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