• viernes 27 de mayo de 2016 - 12:00 AM

Cortados con la misma tijera

La hipocresía se apoderó de nuestros valores humanos. Como sociedad, antes éramos más honestos; pillos descarados que asumíamos nuestra realidad, ...

La hipocresía se apoderó de nuestros valores humanos. Como sociedad, antes éramos más honestos; pillos descarados que asumíamos nuestra realidad, con el único fin de sobrevivir en medio de las condiciones adversas, derivadas, tal vez, de una posición de enclave colonial que nos hacía recordar que nuestra nacionalidad era, moralmente, condicionada desde las bases militares acantonadas en el otro lado de la calle.

Formar parte de los gobiernos liberales de la época o simplemente subordinarse a las filas de las Fuerzas de Defensa o al extinto Batallón de la Dignidad, representaba algún tipo de beneficio en lo referente a negocios en las compras del Estado, con un cargo público o una simple ‘botella' para cobrar sin trabajar. Así de descaramos lucíamos los panameños en el siglo pasado.

Posterior a la invasión norteamericana de 1989, reverdecieron algunos matices de honestidad e integridad, que poco a poco, fueron diluidos por la clase política, hasta el punto de cinismo, donde Ricardo Martinelli nos retrató de pie a cabeza, desenmascarando el cuerpo y el alma panameña. Lo materialista y ambicioso es solo una parte del mal cultural que heredamos, quién sabe de dónde.

Con el transcurrir del tiempo, se cayó el telón que ocultaba el problema de fondo que define la verdadera discusión moral del país, entorno al poder político. En realidad todo se trata del ‘quítate tú para ponerme yo'. Los intereses económicos parecen prevalecer ante cualquier evento de la vida nacional, en todos los niveles sociales.

¿Cuánto hay para mí? Lamentablemente, esta pregunta no se escuchó por última vez el 30 de junio de 2014. Y es que no es un problema, únicamente, de la clase política, ya que se escucha con diferentes conjugaciones y entonaciones, que la hacen parecer menos indignante y descarada, pero no menos corrupta.

El problema de fondo radica, en que de la boca para afuera le pedimos al gobierno una cosa, pero en realidad queremos otra. Provenimos de un mismo molde.

*Periodista

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lo materialista y ambicioso es solo una parte del mal cultural del país que heredamos, quién sabe de dónde

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