• sábado 25 de diciembre de 2010 - 12:00 AM

‘Una carta a Santa Claus’

Por su puesto que el personaje de Santa Claus no encaja en el trópico, pero a pesar de eso, muchas generaciones crecimos esperando la no...

Por su puesto que el personaje de Santa Claus no encaja en el trópico, pero a pesar de eso, muchas generaciones crecimos esperando la noche de navidad, para que el trineo cargado de juguetes, hiciera una estación en nuestras casas. Este cuadro revela la inocencia que se perdió, pues ahora todos sabemos que los regalos los compran los mayores en los almacenes de la ciudad. La tradición todavía nos hace decorar pinos y adornar las casas, con la ilusión de rescatar el espíritu navideño de antaño. De repente todo terminó en un consumismo incontenible, que lo único que nos asegura es una ‘limpieza’ y una profunda insatisfacción personal. Ya no importa creer o no en Santa, pero ‘algo’ debe ocurrir para que despierte la magia y fantasía que hay tras esa celebración a la esperanza, y hacerla capaz de alimentar la ilusión y los grandes anhelos personales y colectivos. Como hay tal urgencia en recuperar esa parte dormida de nuestra naturaleza, recurriré a ‘Santa’ pidiendo para ti y para mí algunas ‘cositas’ que considero necesarias para iniciar esa transformación.

Por alguna razón que desconozco, la gente tiene dificultad para escuchar la verdad, por eso es que te pido que nos surta de palillos algodonados para limpiarnos los oídos, y resolver de una vez ese severo problema de sordera colectiva. Las mayorías temen ver su realidad, y se esfuerzan por obtener un poco de falsa tranquilidad, persiguiendo las imágenes de otros, mal cuya cura llegaría aplicando a diario unas gotas de colirio en los ojos. El pueblo sólo sabe ‘aguantar callado’. La miel de abeja pura, no sólo endulzaría nuestro paladar, sino que afinaría nuestras cuerdas vocales, nos atrevamos a protestar a todo pulmón ante los excesos y mentiras de los gobernantes. Nuestro olfato también merece atención; un poco de sal de amonia nos serviría para descongestionarnos las fosas nasales, y con el olfato afinado, podamos reconocer a la distancia a los traidores, a los miserables, y a los demagogos, especies que sólo podremos contrarrestar, afinando nuestros sentidos. Con todos estos remedios a mano, descubriríamos el placer de ver la vida con nuestros propios ojos, a rechazar con violencia la mentira que nos perjudica; a pronunciar con orgullo nuestras verdades, y a percibir el suave aroma que se percibe en una sociedad con comida, salud y un techo para todos. ‘Feliz Navidad’

EL AUTOR ES ABOGADO Y DOCENTE UNIVERSITARIO

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