• martes 21 de junio de 2011 - 12:00 AM

Un buen padre de familia

El domingo pasado hemos celebrado el Día del Padre. Los que tenemos la dicha de tener a nuestro padre con nosotros y además de haber sid...

El domingo pasado hemos celebrado el Día del Padre. Los que tenemos la dicha de tener a nuestro padre con nosotros y además de haber sido bendecidos con hijos e hijas, disfrutamos seguramente de un emotivo día, coronado con el triunfo de la Selección Nacional frente al equipo de El Salvador y su árbitro aliado. Ese día rendimos honor a nuestro padre por muchas cosas. Honramos al progenitor, al maestro, al amigo, al refugio y ‘al que todo lo sabe’.

Esa figura del Padre de Familia o ‘Pater Familias’ ha sido incluso inspiración en el Derecho Romano para cierto tipo de conducta que no se puede explicar de otra forma. En el caso de quien está encomendado a administrar los bienes de otros, se establecía en los respectivos contratos, que debía administrar el patrimonio ‘como un buen padre de familia’, esto es, que tenía la obligación de ser buen administrador, justo y correcto, y de precautelar por sobre todas las cosas y situaciones, el patrimonio que estaba bajo su administración, tal y como haría un buen padre de familia con respecto al patrimonio familiar.

Para muchos politólogos – haciendo abstracción de si hoy sería ‘Como una buena madre o un buen padre de familia’ – el concepto se debe trasladar a las responsabilidades de la persona gobernante. Quien asume la más alta magistratura del Estado está obligado a administrar el Poder Público y el Patrimonio Nacional como un buen padre de familia. Debe tomar decisiones justas, prudentes y visionarias; debe velar por conservar y mejorar el Patrimonio Nacional – tanto el público como el de los habitantes- y tutelar los derechos y obligaciones de los ciudadanos y de las personas jurídicas que en él operan legalmente.

No es lícito confundir el patrimonio personal o familiar con el Patrimonio Público ni mucho menos acrecentar el primero a costa del colectivo; no se puede interpretar que recibir un amplio mandato popular corresponde con tener la mayoría de las acciones de una empresa ni tampoco aseverar, como alguna vez dijo un alto funcionario estadounidense que ‘lo que es bueno para General Motors es bueno para los Estados Unidos’. Porque lo que puede ser bueno para el grupo empresarial de un presidente no es necesariamente bueno para Panamá.

Esta confusión de lo público con lo privado es una de las causas del subdesarrollo y mientras no lo entendamos y decidamos cortar esa degeneración de la política que es el clientelismo y el negociado, no tendremos gobernantes que se conduzcan como buenos padres de familia.

EL AUTOR ES ABOGADO Y PRESIDENTE DEL PARTIDO POPULAR (PP).