• lunes 04 de enero de 2021 - 12:00 AM

Un alienígena en la ciudad

En la vida hay cosas de las que uno no quiere hablar, solo recapacitarlas con el alma

El nueve de marzo de 1963, a las 10 :15 de la noche, llega a este mundo José Ramón Márquez. No lloró y daba la impresión de que señalaba insistentemente, con el dedo índice de la mano izquierda, todo lo que estaba a su alrededor. Pesó siete libras y tenía poco cabello. Un niño saludable que iniciaba su andar por el difícil camino de la vida.

Sus primeras luces de conciencia las encendió a los ocho años, a esa edad los recuerdos empezaron a grabarse en su memoria. Su vivencia más antigua: “salió corriendo a la calle desprevenido, no conocía la magnitud de los riesgos y mucho menos lo que representa el peligro, razón por lo que casi lo atropella el carro que manejaba su papá cuando llegaba a casa”.

Creció en un pequeño pueblo rural. Su niñez la vivió feliz, repleta de inocencia; su madre le enseñó valores, iba los domingos a misa, entendió el significado del respeto, de la obediencia, de la honestidad y de la humildad. Su familia le inculcó la importancia de la honradez, del trabajo bien habido y de la educación.

Emigró a la ciudad a los 14 años para continuar con sus estudios secundarios, se graduó, avanzó en su bregar estudiantil donde obtuvo varios títulos en la universidad. Consiguió trabajo.

Hoy (2021) en medio de la peor pandemia que sufre la humanidad con las terribles afectaciones económicas, sociales y laborales que ha generado; José Ramón Márquez ha subido 57 peldaños de existencia, en ese periodo de tiempo, laboró en instituciones públicas y privadas. Para ser exactos 15 años en una institución encargada de comunicar personas, 14 años más en otra institución que tiene que ver con mensajes masivos, 3 en una empresa privada que tiene que ver con informar, entre otros trabajos transitorios y eventuales que combinaba con el empleo formal.

No le fue, no le es, ni le será fácil avanzar por las sendas del trabajo, porque aún le quedan unos cuantos años para jubilarse, en su recorrido ha experimentado sin sabores, injusticias, discriminación, traición y abusos de quienes vieron amenazados sus mezquinos intereses. La mediocridad siempre ha sido su peor enemigo, sufrió y de seguro sufrirá las extralimitaciones provocadas por la política partidista que prevalecen sobre cualquier ciencia que trate de mejorar la relación laboral, que busca la eficiencia y eficacia y valora la productividad, la experiencia y educación por encima de la discrecionalidad, el amiguismo o compromiso partidista.

El día amaneció nublado, la temperatura es agradable, fresca, el cielo esta gris, y él se siente reflexivo, analítico, crítico y juez de sus actitudes y aptitudes. Esta melancólico, abrió las puertas de sus memorias que le traen añoranzas de su infancia, de lo que su madre y familia le inculcó.

Mientras navegaba en el mar de sus recuerdos vio venir una gigantesca ola que lo sacudió y lo arrastró al tiempo, cuando llegó con 14 años a la ciudad para continuar sus estudios de nivel secundario. En ese momento y de ahí en adelante se ve como un alienígena en la ciudad.

Hace un repaso de su andar por el camino de la vida, de las situaciones difíciles que son como la arena levantada violentamente por el viento y que va a parar directamente a los ojos lastimándolos y nublando la vista, impidiendo avanzar, hace que te detengas, retrocedas y llegues a pensar en dar la vuelta. En renunciar.

Las veces que le sucedió, lloró y eso ayudó a limpiar la suciedad de los ojos, le dio un respiro, lo liberó del lastre que hunde el alma y le generó fuerzas para seguir adelante hasta llegar a cumplir muchas de sus metas.

En la vida hay cosas de las que uno no quiere hablar, solo recapacitarlas con el alma.

José Ramón Márquez miró al pasado a los ojos y observó su vida entera, sintió paz. Ha conocido el dolor, recibió compensaciones de la vida. Sigue sin vacilar con pasos firmes a cumplir los planes trazados, no se dejó vencer de las decepciones, lo que ha perdido no lo lloró. Ha reído, amado y sufrido, ha compartido largos caminos. Extravió cosas y las recuperó, no alimenta amarguras y está convencido que el amor esta donde lo ves y donde lo sientes. El suyo está en su familia, sus amigos, su fe, su trabajo, sus sueños y esperanzas.

Periodista y docente

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