• viernes 04 de octubre de 2013 - 12:00 AM

En 44 años y medio…

Hay ocasiones en las que hablar con la boca llena está de más. La salud en manos de unos cuantos y la decisión de todo un pueblo, basada...

Hay ocasiones en las que hablar con la boca llena está de más. La salud en manos de unos cuantos y la decisión de todo un pueblo, basada en la voluntad de un solo individuo, no resulta lo más conveniente en medio de los intereses mezquinos producidos a partir de la avaricia y la codicia. Por fortuna, en Panamá todavía las discusiones resultan sanas en comparación con otras naciones vecinas, y lo que es mejor, se discute con las arcas llenas de dinero. Por muy extraño que parezca, el Gobierno ha hecho de Panamá un país más rico, al mismo tiempo que convierte a sus pobres en mendigos.

Ir al supermercado es toda una odisea. Da lástima ver como miles de panameños acuden a estos mercados acondicionados, con la cara de susto por no poder meter en la carretilla los alimentos que consideran necesarios para su consumo y el de su familia. Las ‘jumboferias’ son las respuestas por parte de las autoridades. Largas filas a pleno sol o lluvia, según la temporada, son la solución para el problema de la inflación que brindan nuestros ‘estadistas’. Algunos alimentos más baratos y otros más caros. Una tolda repleta de burocracia que acaba lentamente con la dignidad de un pueblo que trabaja para vivir, y que no es más, que el producto de la respuesta cínica de quienes ostentan el poder y pretenden perpetuarse.

Mientras en otros países se protesta por la falta de médicos en el sistema de salud pública, en Panamá nos oponemos a que se nombren especialistas extranjeros en las áreas de difícil acceso, donde muy pocos galenos nacionales están dispuestos a trabajar. Parece mezquino, pero así es. La huelga del sector salud confronta a tres tipos de panameños: los que viven pegados a la teta del Gobierno, los que no necesitan del Gobierno y los que no tienen con qué vivir. En el medio están los negocios con el Gobierno y los lambones.

Y para qué vivir quejándose, si en el panorama no se vislumbra ningún líder motivador. Más de lo mismo en 4 años, que en 40. Seguirán los metros, los puentes, las calles, la regadera de plata y la compra de dignidad. Habrá más dinero y muchos más lambones con ganas de pelechar a costilla del erario, de los sobrecostos, de la coima, incluso de la droga, que ya se tomó la política criolla. Se dice que cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece, lo que deja una amarga reflexión, de que Panamá no ha merecido autoridades buenas en los últimos 44 años y medio. Gracias a Dios, los panameños son capaces de superarse en medio de la basura que los ha gobernado.

* PERIODISTA

Últimos Videos
comments powered by Disqus