Te lo dije

Bueno, así me decían a mi cuando de terca seguía agarrando por el camino equivocado. Seguramente, así decía tu mamá o tu abuela, y creciste con esa especie de satisfacción ante una predicción bien hecha. Pero hoy, mi "te lo dije" es amargo, como ver caer a un niño a quien le advertiste (a veces hasta lo condenaste sin querer) que dejara el relajo o se iba a romper la crisma. Solamente la semana pasada hablé de ira popular, acordándome de la película francesa "La heine", y hoy observo con profunda tristeza como se nos vino encima el problema de una juventud indignada y embravecida por la manera en la que la Asamblea Nacional está manejando una oportunidad de oro para tener una Constitución que nos represente y nos asegure el bienestar que tanto anhelamos.

Hoy, no son sólo los sempiternos grupos estudiantiles que defienden a grito en pecho y piedra en mano el bienestar común, los que se oponen a las privatizaciones y defienden la seguridad social; hoy están ahí gente que cree en los derechos humanos, en la importancia de la naturaleza y quienes quieren participar del proceso porque ven lo mal que lo estamos haciendo las generaciones que les anteceden. Es el caldo que ya está listo y a punto de consumirse, es la olla de presión que no da más, la población que hoy no tiene futuro, porque nos hemos gastado sus recursos en lujos, dejándolos con una seguridad social precaria, una salud pública marginal y una educación con tantas carencias, que nos coloca en posición desventajosa para competir en el mercado laboral y empresarial.

No es momento de que los diputados se burlen de nosotros, o que intenten prohibir la entrada a un grupo de ciudadanos con todo el derecho a sustentar sus razones. Es momento de escuchar, razonar y recordar que están en una curul por compromiso adquirido y que por más que se blinden, la justicia les alcanzará, como a todo el mundo le alcanza la muerte.