- martes 08 de mayo de 2018 - 12:00 AM
En América Latina conocemos poca literatura de los países vecinos, y eso no es un accidente. No se nos vaya a subir la autoestima, creyendo que tenemos talento artístico y dejemos de ver estos espectáculos lamentables de la televisión local. Por eso muy poca gente en estas latitudes sabe quién fue Salarrué, o Salvador Salazar Arrué, el autor del cuento del cual hoy escribiré.
‘Semos malos' relata (con el ritmo que puede tener un día sin viento y cuesta arriba) la historia de dos campesinos que van andando por los caminos más allá de los pueblos habitados, y son interceptados por un grupo de ladrones, quienes les matan y roban sus pertenencias. Luego de revisar lo que les habían robado al hombre y su hijo, dos seres más pobres que ellos, se ponen a probar el fonógrafo que les quitaron y totalmente enternecidos por la música que de él salía, concluyen con la frase que da título al cuento, acompañando su descubrimiento con el más amargo llanto que pudieron imaginar.
Usa un lenguaje de narrador omnisciente y diálogos con regionalismos muy marcados, dando cuenta de la riqueza de lenguaje y el conocimiento de lo local. Pero Salarrué no hizo más que retratar la visión de una sociedad que vive despojando al que menos tiene por el puro placer de hacerle daño y disminuirlo, como lo hizo #LaManada y su red de cómplices en España, y como tantos actos atroces que todos los días nos espantan y nos indignan. Este salvadoreño, que se destacó en la narrativa centroamericana por su capacidad de recrear lo más hondo del campesinado salvadoreño, no hizo más que hablar de una población en la desesperanza, a quienes las promesas nunca se les han cumplido, ni tienen cara de que - a no ser que la gente se lo proponga y empiece a poner en su lugar a los responsables - algún día se van a hacer realidad.