- martes 17 de diciembre de 2019 - 12:00 AM
La primera vez que escuché a la historiadora Diana Uribe, supe que había otra forma de contar la historia, y que esa forma consideraba elementos socio-culturales, ligados a la toma de decisiones o a la reacción, que ante un mismo suceso podía generar en distintos grupos sociales. Así entendí también, que aquello que me heló el cuerpo un 19 de diciembre de 1989, fue una mezcla de intuición, percepción y el recuerdo instalado por la literatura y el cine sobre los horrores de la guerra.
Cuando tuve la oportunidad de escribir un texto poético-narrativo sobre la historia de la Ciudad de Panamá, la misma Diana Uribe salió de entre el público a felicitar la puesta en escena que utilizaba música y break dance, como un trabajo colaborativo con tres artistas que interpretaron casi quinientos años de historia en treinta minutos. Esto me abrió la puerta para pasar al lado de los que construyen la historia desde su perspectiva y no solamente desde quien la recibe pasivamente y sin cuestionarla.
Otro gran encuentro con la narrativa histórica fue conocer a Javier Stanziola, dramaturgo y novelista panameño, que con sus obras nos ha enseñado a profundizar y cuestionar las recetas históricas que enlatan los dogmas sistémicos de nuestra era. Como investigador, se documenta y pregunta, así que sus procesos creativos incluyen una observación que deviene en perspectivas más amplias, pero también microscópicas, de hitos que definen a este país. Este año, me permití trabajar un monólogo para la convocatoria de ‘RE:Versiones' que dirigió Stanziola, y experimenté con estas dos propuestas, la de Diana y la de Javier, contar desde dentro y observando mi entorno. Interpretadas por la actriz Alejandra Araúz, mis vivencias de 30 años de historia se sumaron a otras voces como las de la investigadora Marcela Camargo, el escritor Roberto Thomas-Díaz y el mismo Javier Stanziola, que se congregaron para hablar de esa controversial materia que trata las relaciones de Panamá con los Estados Unidos. Creo que, como decía la convocatoria: ‘La historia tiene diferentes voces' y ya es hora de escuchar la nuestra.