- jueves 31 de octubre de 2024 - 12:00 AM
Dicen que bailar revive el alma y esta práctica ha sido fundamental en la vida de Octavio Ochoa, un bailarín que se ha vuelto muy popular, pues sale sin reparo a las pistas y la pausa para él no tiene significado.
A inicios de los años 70, aún era menor de edad; sin embargo, compraba los ‘tack’, que costaban 3.00 dólares, pero como ya era conocido por la madre de Yin Carrizo, solo pagaba un dólar para bailar en el Jardín Viva Panamá, propiedad del destacado músico.
En el recinto se presentaban los diferentes conjuntos típicos, entre ellos el liderado por Dorindo Cárdenas. Ahí se introducía aquel muchacho a bailar en el medio de la multitud para que los policías no lo descubrieran. También era espectador en el Jardín El Tamarindo.
Para aquel entonces, Ochoa no sabía tirar pasos y, siendo inexperto, les pisaba los pies a todas sus parejas. Pasado el tiempo aparecieron unos ticos, y aunque la música no era el folclore de su tierra, a esos, de baile, nadie les echaba cuento.
Esos forasteros usaban camisa hawaiana, pantalón basta ancha y sombrero. Hacían un paso ‘resbalado’ del cual Ochoa se fue copiando, tomándole cinco años para aprenderlo a la perfección. Y así fue creando sus propios movimientos que denominó ‘El borriguero en mosaico enjabona’o’, que considera su paso estrella, ‘Lateral’, ‘Patinando en Siberia’, ‘Golondrina en alambre’, por mencionar algunos.
Parece que el baile era lo de Ochoa. Recuerda que en septiembre de 1977 viajó a Rusia para estudiar a través de una beca. En ese país se llevaban a cabo competencias de bailes entre latinos y por supuesto que el panameño no se quedaba sentado. “En ese año fui mejorando el baile”, expresó.
En la nación más extensa del mundo estuvo durante siete años, terminados sus estudios regresó a Panamá, se casó y se olvidó de su pasión, bailar, por casi 25 años.
No fue hasta 2009 que se atrevió a asistir a una presentación de Jimmy ‘El León’, el hijo del salsero Óscar D’ León, y compitió con el artista en la tarima. “Quise demostrarle que sabía bailar, le dije: si usted es el león en Venezuela, yo lo soy en Panamá. Con él me motivé bastante”, recordó.
A partir de esa fecha, el también litigante ha asistido a más de mil 600 bailes, todos los fines de semana. Además del típico, es amante de la salsa y el merengue.
Hace 12 años Ochoa entró en depresión debido a inflamación de la próstata, malestar que lo llevó a recibir tratamientos de radioterapia.
Ante la adversidad hizo pausa para militar con firmeza y decirse a sí mismo: “Voy a dejarme de pendejadas que si me voy a morir, al menos voy a disfrutar unos cinco años que me quedan”, por lo que empezó a bailar con mayor ganas. De eso descubrió el talento que tenía escondido, ganó fuerte autoestima y peleó contra la muerte para que no se lo llevara.
Ahora, está convencido de que es cierto el refrán “No hay mal que por bien no venga”, porque lo transformó y lo hizo más bailador, al punto que puede bailar como Michael Jackson. Y, lo mejor, está libre de la enfermedad.
Ochoa bailaba hasta cinco horas seguidas, actualmente bajó la intensidad. Hizo un cálculo que lleva gastado arriba de 40 mil dólares durante 144 meses como asiduo bailador, trasladándose a los bailes en la ciudad capital y el interior, divididos en las entradas y las bebidas. Se roba el ‘show’ a donde quiera que vaya, el mismo entusiasmo también lo pone en los entretiempos de los partidos de béisbol, en apoyo al equipo de Herrera.
Así mismo, suda suéteres y camisas. En una noche puede acumular cinco piezas llenas de sudor. El caballero compara su automóvil con un almacén, lleno de ropa, zapatos y útiles de aseo personal.
Ochoa lleva más de cuatro décadas en los bailes, sumando los 12 años con sus pasos incomparables, y por primera vez se cayó hace algunos días al tropezar con unos tornillos que sobresalían en el piso. Él no romancea, va dispuesto a gozar.
Octavio Ochoa Guillén es el tercero de nueve hermanos, es abogado penalista, docente, compositor de décimas, locutor y domina el idioma ruso.