La niña de la caja de madera tallada [CUENTO]

Un cuento de Evelyn Lozano Pinzón, quien ha ganado reconocimientos como el  Premio Nacional de Literatura Infantil Hersilia Ramos de Argote
  • sábado 25 de marzo de 2023 - 12:00 AM

Vivo en una pequeña caja de madera tallada. Me rodea un eterno jardín de margaritas. Un jardín de unas cuatro flores que se multiplican en los espejos que hacen mi cielo de cristal. Son mi compañía tres mariposas azules. Una de ellas, revolotea entre las flores blancas que descansan en el lecho de hojas verdes. La otra, se posa sobre mi larga melena castaña, y la tercera, la más osada, abanica sus alas en la punta de mi flauta.

Bailo dando vueltas sobre mi pierna derecha, mientras el viento eleva la falda de mi largo traje de tul marfil. La música de la flauta, mi baile de niña traviesa y la danza de las mariposas dura tanto como la dueña de esta caja de madera tallada así lo quiera.

Pero hace tiempo que no la veo. La recuerdo.

Es una dama de ojos almendrados con mirada inquieta. Todos los días nos despertaba un sonido repetitivo. Después de un tiempo supe que era la cuerda que hace accionar el mecanismo de metal de mi casa, su caja, nuestra caja de madera. Seguido, hacía que la luz se escurriera por la rendija, y nosotros nos poníamos de pie, y empezábamos nuestra danza acostumbrada.

Tocaba la flauta para ella, y danzaba con mis mariposas, mientras se peinaba y se colocaba unos zarcillos y un collar. Ella no me veía sonreír cuando la bóveda empezaba a expulsar la luz a medida que me acostaba y todo quedaba oscuro otra vez.

La última vez que la vi fue hace mucho. La recuerdo.

Pero hoy, nuevamente abro los ojos. El sonido conocido me despertó. Sabía que debía esperar. De pronto, se empezó a elevar la bóveda de cristal, y la intensa luz se coló por la fisura. Mientras se ilumina el lugar, me voy poniendo de pie, y las mariposas abanican sus alas. Ha pasado tanto tiempo. Extraño sus ojos almendrados y su mirada inquieta.

La música empieza a vibrar como antes. La música de mi flauta, el baile de mis pies y la danza de las mariposas. Pero no bailo para la dama de ojos almendrados, la que observaba antes. Hoy es una niña, pequeña como yo, que me sonríe. Salta, y baila con mi música. Coloca dentro un collar de cuentas de colores vibrantes.

Atrás, le sonríe una mujer de cabellos canos y ojos cansados. Parece que algún día fueron almendrados. La niña la abraza. ‘Gracias abuelita' le dice, y agrega: ‘la bailarina me sonríe'.