Mejor mañana [Cuento]

  • domingo 05 de octubre de 2025 - 12:00 AM

La nave espacial se dañó. Justo antes de entrar al hiper-espacio, el primer comandante cayó de su asiento y se lastimó la rodilla. La tormenta de meteoritos fue muy fuerte y nos sacó de rumbo, así que aterrizamos de emergencia en un planeta enemigo.

Llorando, lo llevé con su mamá. Ella se enojó mucho y le dijo: “Paco, no vas a salir a jugar por desordenado”.

¡Pero si no estábamos haciendo nada!, Le respondió, pero ella no le hizo caso. Así que se puso a llorar más. Ella no entiende.

Acá en la casa me senté a ver la tele y me dieron cena. Hace un rato, vi a Paco cuando pasó frente a la ventana; iba a la tienda. Me hizo señas con la sortija especial de que estaba bien. Mañana lo intentaremos de nuevo.

Y es que estamos cansados de que todo el mundo nos quiera mandar: limpia eso, estudia lo otro para que seas alguien en el futuro.... ¿Hasta cuándo lo mismo?

Hay que aprovechar que mañana es domingo para no tener que ir a la escuela el lunes. El plan es irnos con el Capitán King, volar en la nave XPRT-7 y atacar el planeta de los robots.

En la madrugada me desperté con sed.

Caminó en silencio por la sala, como lo haría un ninja. De puntillas, con cuidado de no pisar los mosaicos flojos.

¡Un ruido sale de entre la chatarra de la nave! Me quedo muy, muy quieto. ¡Podría ser una criatura enemiga! Soy un ninja; lo que sea, no me verá.

Pensé que era la refri vieja, pero es la radio. Me piden que recuerde la misión. Que tome el control y siga con el viaje. La nave tiene poco combustible, pero puede llegar.

Pero, si Paco está herido, ¿quién lo cuidará? y ¿quién me acompañará hasta el planeta del Capitán?

En la ventana grande, el cielo está de un azul oscurito, pero casi no se ven las estrellas. El gallo del vecino cantó dos veces y se escuchan más carros bajando por la calle de la iglesia. Mi hermana duerme con su muñeca de trapo cabezona y mamá también. Ayer vino muy cansada del trabajo; ambas tranquilas, como los ojos del Jesús que está sobre la mesita del teléfono. Solo el perro me sigue con la mirada.

El silencio es como una sábana fría y me convierto en un fantasma que camina entre la gente dormida, ¿No serán todos unos robots que se apagan de noche? Me imagino volando bajo las camas, allí donde se ocultan los gatos, sobre los árboles del parque, los salones vacíos de la escuela, las azoteas del barrio y la torre de la iglesia de San Francisco.

Lejos, en el mar, un pirata va a Taboga a enterrar un tesoro. ¿Y si todo se quedara así, congelado para siempre?

Mejor me voy a dormir, si no, no me dejan jugar más tarde.

Por Yanuly Martín