Globo rojo
- sábado 12 de octubre de 2024 - 1:00 AM
El globo rojo más vistoso de la fiesta terminó en el baño. Allí lleva dos semanas. Aunque va perdiendo tamaño, aire para decir las cosas por su nombre, se asemeja a un balón de esos que tiran los niños en las canchas con césped de plástico. Si me preguntas cómo fue que terminó ese globo en ese lugar, es probable que ni siquiera Michael Faraday lo sepa, mejor repasemos los hechos.
Gaby cumplió ocho años un domingo. No es un buen día para cumplir si quieres que los compañeros de salón canten el cumpleaños. Resulta que el lunes no había clases, por ser feriado, así que el martes ya no había tanta emoción por ese acontecimiento. Valga decir que la niña, desde el domingo está comiendo chocolates y pastel, helados y golosinas.
La mamá, la noche del sábado, sopló globos y los colgó por toda la casa.
Terminaba la fiesta, solo con los miembros de la familia, los globos se cayeron y fue la misma cumpleañera la que fue pinchándolos con una aguja. Los pobres hacían un quejido al irse de este mundo con la panza agujerada. ¿Por qué solo quedó ese globo rojo?, eso nadie podrá saber. Ojo, no es la primera cosa que no tiene explicación en el mundo.
—Quién puso ese globo ahí —pregunta la cumpleañera a su mamá.
—Sabrá dios —contesta la madre.
—Él no sabe mamá, fuiste tú o papá.
—Qué ocurrencias, hija.
Y como ustedes saben, las madres a veces olvidan ciertas cosas, el globo está donde está y cuando Gaby abre la regadera el agua golpeando el globo se oye hasta en la sala, donde está mamá y papá con los ojos pegados en las computadoras.
Uno de esos días, la niña dejó de quejarse del globo. Lo que ocurrió fue lo siguiente: cuando la niña se estaba secando con la toalla, escuchó una vocecita.
—Apiádate de mí que me puede dar la rompehueso.
—¿Y desde cuándo los globos tienen huesos?
—Sácame de aquí y te prometo contarte un cuento cada noche.
Los cuentos de globo eran tan disparatados. Que una vez corrió con los caballos más veloces en el hipódromo presidente Remón y ganó, pero no le dieron el premio porque adujeron que llegó a la meta volando. En otra ocasión lo invitaron a un cumpleaños en una finca y la persona que los sopló los colocó cerca de la cocina y casi termina en la sopa como el ratón Pérez. Otro día regresa a su casa, porque los globos también tienen casa, y una conductora distraída casi lo vuelve papilla. Y en otra, por un pelo de gato, escapó de los dientes de un pastor alemán.
Y así, noche a noche, Gaby escuchaba las aventuras de globo, hasta que el pobre se quedó del tamaño de un huevo de un colibrí y a ese tamaño no se le escuchaba nada.