[Cuento] Lulú soñaba con ser astronauta
- sábado 14 de septiembre de 2024 - 7:00 AM
Mi nombre es Lourdes, pero de cariño me dicen Lulú. Solo tengo siete años y mi sueño es ser astronauta para ir al espacio y conocer otros planetas.
Mis padres dicen que los niños merecen soñar y soñar en grande. Pero una noche sentí que mis deseos se convertían en realidad.
Mi cuarto es un espacio que toma vida y color al llegar la noche, sin lugar a dudas un universo lleno de alegrías en donde las tristezas no son permitidas y la ilusión se hace cada vez más grande.
Esa noche ayudé a mis padres a levantar la mesa, la cena estuvo deliciosa. Pollo asado con arroz y unas ricas tajadas, ¡qué delicia! Solo de recordar la comida de mi madre, vuelvo a tener hambre y eso que repetí dos veces.
Me acerqué a papá y a mamá para darle las buenas noches con unos ojos saltones llenos de felicidad. “Hasta mañana, papis, será una larga noche”, mis padres me abrazaron, pero quedaron pensativos ante tanta felicidad.
Corrí hacia mi cuarto, salté a mi cama y comencé a contar 1...2...3...4... el cinco no llegó y fue que Lulú quedó rápidamente dormida.
Para muchos sería el final del cuento, pero no, la aventura apenas comienza.
¡Llegó el momento! Al cerrar mis ojos, mis juguetes tomaron vida, mis almohadas se convirtieron en Júpiter y Plutón, y mi cama se convirtió en una Luna gigante, totalmente amarilla, y aunque estaba dormida, mis manos sudaban y mi corazón palpitaba cada vez más rápido.
Mis pupilas se dilataron al ver el brillo del lugar. Llegó el momento más importante de vestirse con la EVA, por sus siglas en inglés, que significan “Extra-Vehicular Activity” o actividad extravehicular.
Este traje es fundamental para proteger a los astronautas cuando salen de la nave espacial.
Me imaginé todo tan complicado, pero ahora que estoy justamente en el lugar que siempre quise conocer, entiendo que todo estaba en mi cabeza. No existen imposibles siempre y cuando se tengan las ganas y el positivismo para avanzar.
Pasé toda la noche caminando, navegando de derecha a izquierda, conociendo cada uno de los rincones llenos de colores dentro de ese lugar tan incierto.
Luego de cinco horas sentí que la tierra me sumergía, regresé a la realidad y noté que caía a mi cama una bola de algodón, era Mack, mi perro.
Todo estaba en su sitio, el espacio regresó a su normalidad y la cama dejó de ser un gran queso amarillo.
Solo fue un sueño, pero lo disfruté y ahora tengo más ganas de estudiar y ser una gran astronauta, dijo Lulú a su madre al despertar.
Moraleja: Los niños merecen soñar y ellos están luchando diariamente con adultos que están sumergidos en algunos problemas que los han hecho dejar a un lado los sueños.